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Mostrando entradas de julio, 2017

Las ventanas resbaladizas de Amsterdam.

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El aire que entra en sus pulmones y es expulsado por una boca huérfana de dientes, de una manera sublime, hacia esa trompeta del siglo pasado, melancólica y adicta, arrugada y talentosa, hace que la noche parezca el comienzo de una película de Woody Allen.  Estamos en un club de Amsterdam y huele a cerveza fermentada, hay copas vacías en la barra, cigarros humeantes sostenidos por mujeres sin marido, camareros cansados, hombres con sombrero en el perchero, cuadros de antiguos músicos en éxtasis, y un tremendo cuarteto de Jazz al fondo del local. Todo es oscuro menos la música que se pasea a diferentes tiempos entre la niebla, desabrochando botones, poniendo la piel de gallina, consumiendo los cigarros.  El pianista es elegante, el único sobrio de los cuatro, acaricia el marfil con una cadencia pausada, mueve los hombros irregulares y su zapato derecho, brillante como ninguno, no para de pisar la alfombra al ritmo de la música. El batería es un tipo delgado y negro, casi

Está tan lejos un lunes de un poema.

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Te convertirás en poeta, juré una noche frente al espejo, en el baño de una taberna  de maderas simuladas y oscuras.  Había humo, así que fue hace tiempo, había también palabras temblorosas  escritas con llave detrás de la puerta, hablaban de amor y de saltos al vacío, la esperanza de tantos que como yo quisieron escapar del cruel olvido.  Tú serás diferente a los demás, continuaba mi letanía desde un espejo sucio, lleno de huellas de borrachos, de alientos calientes y etílicos, de caras con arrugas profundas, de risas sórdidas, dañinas, jokerianas.  Envenené mi sangre con licores prohibidos, la desazón marcó el ritmo a seguir, así como la rabia de la página con tachones, y los relojes, punzantes y a deshora,  que siempre indican un adiós apresurado.  Como la lágrima que desmaquilla la cara de un payaso sin público, logré girar el timón hacia dónde me indicaban los versos de todos los poetas que amo.  De nada valió el i

Generación Z.

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Hace dos meses entré a darle de beber a mi sed en un bar regentado por un conocido. Estaba casi vacío y después de los saludos de rigor y de la dispensación de mi bebida entablé plática con el dueño. Tardó poco mi interlocutor en quejarse sobre la situación laboral del país. Mira cómo estamos, la gente ya no sale de casa, y un bar sin terraza no puede subsistir, antaño sí que se ganaba dinero, no como ahora. Esa reminiscencia pasada por la que lloran la mayoría de los empresarios a mí como que se me hace bola, no la aguanto, vaya.  Pues yo pertenezco a una generación que no ha vivido esos maravillosos años por los que tú sollozas, y estoy harto de los empresarios cincuentones que no hacen más que recordarnos lo mucho que ganaban hace 20 años. Nosotros salimos al mercado laboral y en nuestro primer día de trabajo nos dijeron, "Vas a trabajar muchas horas y a ganar una mierda porque la vida está muy mal, pero oye, no veas hace 10 años, se ganaba dinero a espuertas.&