A la chica que más me quiere.
No sé cómo sigues aguantando a ese tipo, tan camandulero, tan fracaso delirante, nadie lo puede entender, pero ya te anticipo: la belleza del caído sólo dura un instante. ¿Qué ves en el día de un escritor fatídico que sale mal en las fotos? A lo mejor es que así es el amor; las ilustradas los prefieren manirrotos. Aparecía con una bala en la costilla, el pelo engominado con nocturnidad, y en San Blas una inflamable gargantilla ablandaba su pose de torpe calamidad. Decía que quería ser bombero o poeta, y si eso no salía, sus amigos del hampa le darían empleo decorando la moqueta con la sangre de un chivato sin estampa. Como todos sus poemas es un engaño, el veneno de la copa que ofrece Belcebú, si le prestas olvido dejará de hacerte daño, lo más mundano y bello que tiene eres tú. Incendia la cama en la que trafagas, aunque a ti eso te importa un carajo, pues sigues esperándole sin bragas cuando vuelve cada día del tra