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Mostrando entradas de mayo, 2016

A la chica que más me quiere.

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No sé cómo sigues aguantando a ese tipo, tan camandulero, tan fracaso delirante, nadie lo puede entender, pero ya te anticipo: la belleza del caído sólo dura un instante.  ¿Qué ves en el día de un escritor fatídico que sale mal en las fotos? A lo mejor es que así es el amor; las ilustradas los prefieren manirrotos.  Aparecía con una bala en la costilla, el pelo engominado con nocturnidad, y en San Blas una inflamable gargantilla ablandaba su pose de torpe calamidad.  Decía que quería ser bombero o poeta, y si eso no salía, sus amigos del hampa le darían empleo decorando la moqueta con la sangre de un chivato sin estampa.  Como todos sus poemas es un engaño, el veneno de la copa que ofrece Belcebú, si le prestas olvido dejará de hacerte daño, lo más mundano y bello que tiene eres tú.  Incendia la cama en la que trafagas, aunque a ti eso te importa un carajo, pues sigues esperándole sin bragas cuando vuelve cada día del tra

Vidas pasadas.

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He sido mirmidón a las órdenes de Peleo, padre de Aquiles.  Bajo un arco del triunfo pasé, Vía Appia, viendo los laureles del cónsul Julio Cesar, que saluda ufano a la plebe, sabiéndose vencedor de resistentes galos, de adversarios que ya no molestarán más a la bella Cleopatra, magnánima ensayadora de venenos a su lado, que pisa por primera vez Roma.  Vi como un dios estafó a un pueblo vendiéndole una tierra de la que no mana leche ni miel, sino guerra y sufrimiento.  Allá donde la niebla convierte bravos guerreros en traidores, y hechizado por tres brujas inequívocas, maté a mi rey, atreviéndome a hacer lo que es impropio de un hombre.  Junto a cordobeses, bandidos hambrientos y mercenarios Bereberes, saqueé Medina Alzahira, orgullo de un ladrón de campanas.  Fui trovador cantando a una sorda princesa de castillo, desdeñosa ella, insistente yo, el amor medioeval está pasado de moda.  Pirata de ojo tapado con parche negro, cimitarra reluciente de sangre inglesa, pa

Décimas para preguntas más o menos capciosas.

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¿Qué escribir si ya no me lees? Poco importa quien lea estas palabras, si se ahogan o si llegan sanas a la otra orilla, es seguro que unos ojos se consolarán con ellas.  Todos los versos tienen destinatario concreto, perfumes nocturnos que nos sedujeron en los asientos de atrás de un coche, una mala compañía con la piel formada  por amaneceres y sabanas mojadas.  No dejes de escribir. De fracasar. Y por cierto: ¿Tan seguro estás de que ella no te lee? ¿Para qué seguir adelante si no veo la belleza que me rodea? Levántate, mira por la ventana, en la calle hay un cuadro de Van Gogh y un perro que necesita tu ayuda. Olor a tierra mojada, a libro viejo, versos satíricos debajo de la falda de esa desconocida que mira y sonríe.  Aunque el sol derrita la cera de las alas y vivas en un confinamiento mal elegido, la libertad timonea un barco malherido que navega entre el cuchillo y tus venas.  ¿Por qué no ser otra persona? La ve

Tormenta de mayo.

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La lluvia de esta tormenta de mayo apaga simulacros y cigarros, desbarata la tenue ropa tendida, refresca a los muchachos que desafiantes beben ginebra en las terrazas de los bares de moda.  La lluvia de esta tormenta de mayo golpea en los escaparates del centro; cristales lagrimados que devuelven  las difusas siluetas de gente sujetando paraguas, recuerdos, bagatelas.  Sacudiéndonos la astenia primaveral se ríe de tempranas comuniones, de fiestas en pueblos perdidos; que tiemble la laca de los peinados a la salida de las peluquerías.  La lluvia de esta tormenta de mayo  con sus gotas corriendo por mi ventana, convierte en barro las calles ayer soleadas, y tú vuelves a casa con las botas sucias, para buscar un abrazo en el zaguán, para decirme que otra vez quemé la cena.  Porque esta tormenta repentina que obliga a esconderse en huecos impermeables a gatos callejeros ya mojados, y trae truenos lejanos y ningún relámpago al