Balance y deseos para el año nuevo.
Hacer balance de año cuesta, escribir unos deseos casi imposibles para el nuevo año cuesta aún más. Será, porque, aunque me cueste reconocerlo, este 17 no ha ido tan mal. Hubo bailes y madrugadas de confeti, libros que hablan del mar y sus secretos, de crímenes y planetas lejanos, cines con olor a palomitas quemadas y Coca-Cola fría. Por una vez la primavera vino de la mano de un gordo borracho llamado Botticelli, y el invierno llegó sobre la luz blanquecina de Vermeer. La resaca no dolió tanto, ni las lágrimas irremediablemente derramadas, ni los bofetones de la chica que no aguanta un piropo soez. Existieron versos que te hicieron pensar, cien páginas que me dan miedo. Desde luego, escribí menos de lo quisiera, la vida convertida en esfuerzo constante. Dormí poco, pero dormí contigo. Soñé poco, pero soñé contigo. Hasta le di una patada en el culo a peripatéticos de pelo artificial. Y después de esto a uno le da por escribir unos deseos en ese plural de modestia que tanto me gus