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No nos queda otra.

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  Todavía queda mucho para tocar fondo.  ¿Qué? Dice él entre sollozos.  Hay personas que tienen malas cartas y en un alarde de optimismo imbécil quieren jugar con esas mismas cartas pensando que van a ganar. No arrojan las cartas a la mesa, ni siquiera pasan cuando es su turno, solamente juegan, juegan sin ocultar sus nervios y sus mohínes, dando largos tragos a su bebida cada vez que pueden. Es tu caso, es nuestro caso. Y los faroles al destino suelen acabar mal.  Es un milagro que estés vivo. Has sobrevivido a cosas que otros nunca lo harían. Sobreviviste a tantas puñaladas, puñaladas de gente cercana que no viste venir. Aquél que debería haberte cuidado envenenó tu vaso, y aquella que tenía veneno en la sangre te cuidó lo mejor que pudo, que fue mucho, llevándote sano y salvo hasta el número 23.  Creías que podías aguantar todo el fracaso de este mundo, pero en temas de derrota hasta tú tienes un límite. Ya no te ríes tanto cuando pierdes. Ya no enseñas tu boca ensangrentada al vict

CUIDADO.

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Hay un personaje en la temporada 1 de Fargo, Lou Solverson, un tipo que regenta una de esas cafeterías americanas donde la clientela come hamburguesas mientras sorben espesos batidos con pajita.  Lou fue policía y camina arrastrando una pierna, posiblemente por una bala perdida o por la mala puntería de algún criminal. Nunca lo sabemos.  Lou habla poco.  En el pueblo en que habita están ocurriendo una serie de fenómenos extraños: crímenes horrendos y misteriosos. A la cafetería de Lou han llegado asesinos implacables de la mafia de Fargo. Lou los mira con esa mirada que lo ha visto todo mientras les sirve tarta recién hecha.  Una tarde se abre con uno de estos mafiosos, el peor, Lorne Malvo, y le dice que hace mucho tuvo un caso en Sioux Falls, el más sangriento de su carrera. ¿Hubo cadáveres? Si los amontonaran llegarían a un segundo piso, responde el camarero sin soltar la jarra del café.  Lou se pasa toda la serie diciendo “cuidado, yo tuve un caso parecido cuando era joven”. No di

AGAIN.

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  Así que lo seguí intentando, lo seguí intentando.  Cuando todo apuntaba  a una más que segura muerte prematura.  Cuando mi brújula no conocía norte  y el barco se hundía, y los vientos empujaban en dirección a la catarata.  Cuando más crudo fue el fracaso, cuando en la bola del adivino aparecieron nubes de tormenta.  Al borde del jaque mate, con la manga libre de ases y una tristeza que hizo  desbordar mis lagrimas.  Sin red, sin poesía, sin salida, agotado ya el tiempo  de las oportunidades.  Cuando con las rodillas peladas volví a caer.  No tenía otra salida, nunca la tuve.  Así que lo seguí intentando.  Lo sigo intentando.      Marcos H. Herrero.

ESCRIBIR UNA PRIMERA NOVELA Y II.

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  Cuando estoy deprimido y las cosas no funcionan, literariamente hablando, veo un vídeo de Alan Moore en el que da unos consejos a los nuevos escritores. El tipo ese de la barba, que podría haber cobrado una millonada por los derechos de la máscara de V de Vendetta y que pasó del dinero (entregándoselo a las grandes multinacionales), dice que los nuevos escritores no vamos a vivir de la letra, que él es un caso especial, y que por eso debemos trabajar en lo que nos gusta, tratar a la escritura cuál diosa repentina capaz de concedernos más de tres deseos, que nos olvidemos del dinero, que escribamos y nos esforcemos lo mejor que sepamos. Y yo me pregunto: ¿qué hay del éxito?  He visto la cara de decepción en mis familiares y amigos cuando les dije el número de ejemplares vendidos en un año, he aguantado críticas negativas de gente que parece que vota películas en filmaffinity, el “me ha gustado, PERO..”, he dado las gracias a personas que me han felicitado por escribir un libro que ni

ESCRIBIR UNA PRIMERA NOVELA Y EL RUIDO QUE NOS SEPARA.

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Escribir una primera novela cuesta. Es un proceso doloroso lleno de dudas y obstáculos, y como todo en la vida hay dos maneras de afrontarlo: una, la manera fácil, otra, la manera difícil.  Los pasos a seguir de la primera son sencillos, sólo tienes que mirar a tu alrededor y preguntarte: ¿qué le gusta a la mayoría, qué consume el lector casual, qué novelas son las más vendidas? A partir de las respuestas, el siguiente paso es copiar la moda: un cadaver hallado en circunstancias grotescas, el secuestro de una niña pequeña, una detective fracasada que se empeña en resolver el caso de su vida, capítulos cortos para que el lector no se canse y pueda consultar su móvil de vez en cuando, secretos, misterios absurdos, tampoco hace falta seguir las leyes de Newton, y después de todo esto, aunque no hayas leído un libro en tu vida, tendrás éxito.  Desde luego que escribir sobre Herman Menville es un terrible error, ahí está lo más visto en Netflix para corroborarlo.  El segundo camino es más t

SI YO MURIERA MAÑANA.

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Colgado del Álamo de la plaza del pueblo. Tiroteado entre dos coches. Cayendo despacio por el precipicio al que tantas veces me asomé. Con el cianuro de mi muela postiza abrasando mi deteriorada alma. En una cama de hospital, con los pulmones negros de fracaso. Devorado por una caterva de zombies hambrientos. Con la cabeza separada del cuerpo y las manos pidiendo clemencia. En una calle de Boston, cirrótico, tal vez, abandonado, eso seguro. Cuando mi sístole no responda a mi diástole. El mundo seguirá rodando, ajeno a mi adiós definitivo.      Marcos H. Herrero.

HUIDA.

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He vuelto a soñar con el coche rojo. Me subía en él de nuevo, aceleraba, la velocidad volvía borroso el paisaje. Era una especie de robo, porque hasta en sueños soy consciente de las cosas que no son mías, de las cosas que perdí, de las cosas que nunca volverán. Llegué a un lugar reconocible, el sol filtrándose entre unas nubes de tormenta, la plaza de aparcamiento, el grifo goteando momentos de infravalorada libertad. Una noche me acogía en su resplandor selénico, los vasos llenos de absurda irresponsabilidad. Entonces lo supe, de tanto acelerar había vuelto al pasado. Alguien sin cara se acercó a mí para recitar la frase con la que acaban todos mis sueños: no lo habrás hecho muy bien cuando lo único que quieres es huir. Y otra mañana sin acelerador, de paisaje lento, casi apático, de coches oscuros en la acera, de días perdidos e iguales, de noches con sueños de liberación.            Marcos H. Herrero.