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Mostrando entradas de diciembre, 2015

Deseos para el nuevo año.

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Que todo salga mejor./ Que no falten libros y versos para enjuagar las lágrimas del alma./ Que la vileza te olvide, así como el silencio y la distancia entre tú y yo./ Que no existan las chabolas, ni los reyes en palacios./ Tampoco el terrible paro, ni el miedo a caminar por la calle./ Ni el maltrato a la mujer./ Que los gatillos se oxiden./ Que las bombas no estallen./ Que la suerte se acuerde de nosotros./ Que siga cometiendo los mismos pecados; imperdonables, inconfesables./ Que baile al borde del precipicio./ Que elijamos la fantasía en la que vivir./ Que el mar no sea un vertedero./ Que los viajes abran mi mente a otras culturas./ Que uno de esos viajes me lleve a encontrarte entre la niebla./ Que la poesía se origine en los bajos fondos, en la falta de oportunidad, en un bolsillo roto./ Que la poesía se marche de la opulencia, del dinero, de las universidades./ Que el respeto empiece por todos los animales./ Que no falte una borrachera de risa y espuma derramada./ Ni u

Insomnio decembrino.

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En esta noche fría, como un trapacista, el desvelo entra en mi cama. Me levanto y preparo café, por lo menos aprovecharé la oscuridad escribiendo. Pero, ¿de qué hablar? ¿Del murmullo de fiesta y comentarios que no dejan dormir? La conciencia juega un papel fundamental en la cama: libre de pecado regala un sueño tranquilizador, pausado, aburrido; sin embargo, a nosotros los apóstatas, los que todo lo hacemos mal, se nos suele alterar y ladrar a la luna. Debido a mi conciencia soy un dipsómano indocto, le tapo la boca a base de tragos, sino, ¿por qué creen que estoy en esta sala de espera? Porque no libé ni siquiera una cerveza y la duda me agarra por el cuello con su mano de ¿Qué hubiera pasado si...? Todo el mundo debería tener la oportunidad de viajar atrás en el tiempo para reparar errores. Se dirían más te quieros, dormiríamos mejor, habría más sonrisa, menos enfados y yo no estaría escribiendo esta letra adormilada en pijama y con ojeras. Los juzgados apenas tendrían t

Christmas lightning.

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Lo mío con la Navidad viene de lejos. Nos odiamos mutuamente. Todas esas cenas de empresa y regalos y belenes y arbolitos me parece horripilante. La ciudad se vuelve villancico agreste, falsa felicidad, los borrachos beben más deprisa, el mercado es un caro trajín que come sin tener hambre, las luces de colores alumbran una miseria que nadie ve y los petardos asustan a los animales.  Ella tampoco me trató bien, no evoco estas fechas como algo feliz, incluso en mi infancia, siempre fui un niño bastante distanciado con toda esta patraña, jamás encontré un regalo al despertarme, tal vez por eso anide en mí cierta nostalgia, cierta envidia a esos niños que de tantos regalos no saben con cual jugar.  Sin embargo, recuerdo que de pequeño vivía en una habitación de alquiler, una habitación de una casa enorme, de diez alcobas creo. El ajetreo en Navidad era demencial, confeti, gritos, zambombas, regalos. Yo jugaba con mi primo, que vivía en una de las habitaciones más grandes de

Revolución.

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Desde pequeño me he preguntado por ese señor con barbas, diferente a todos los demás, que aparecía de vez en cuando en el televisor. Decían que gobernaba una isla bloqueada y revolucionaria, otros lo calificaban de dictador. Yo sólo sabía que era el gobernante de un país disparatado, un país que le sacaba la lengua a Estados Unidos. También contaban chistes sobre sus larguísimos discursos, como de cinco o diez horas. ¿Por qué hacía eso, qué decía? ¿Había gente que lo escuchaba? ¿Nos llegaba a España información veraz sobre lo que ocurría en esa isla? Empecé a investigar, a leer sobre esas barbas desastrosas y ese uniforme sin medallas (prefería eso a estudiar matemáticas), y descubrí que a mi ciudad no llegaba buena información sobre Cuba, y la poca que llegaba estaba previamente tergiversada. "Cuando sea escritor, tengo que acordarme de Fidel." pensaba. Y ahora que soy un escritor mitómano, de fama internacional, y él está a punto de morir, cumplo mi palabra, aquí, en

Resistencia.

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¿Qué tal ese paseo? ¿Perdió la partida de ajedrez? Normal, en Cuba hay grandes ajedrecistas. ¿Vio la plaza de la revolución? Ojalá nunca la grasa de un McDonald's llegue hasta allí. Le sigo contando: A partir de nuestra conquista revolucionaria los americanos empiezan a tocar los cojones. El 21 de octubre dos aviones disparan contra La Habana causando 2 muertos y 50 heridos. En 1960, el presidente estadounidense Eisenhower, que tiene 8 complots para matar a Castro, suspende las compras de azúcar cubana. Fidel nacionaliza refinerías, azucareras y compañías telefónicas. El mismo año que Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre visitan la isla, y que Fidel da su famoso discurso en las Naciones Unidas, el más largo hasta la fecha: 4 horas y media. Ahora viene lo bueno; El  17 de abril de 1961 desembarcan en bahía Cochinos 1500 revolucionarios o contra-revolucionarios (aquí la revolución se usa con toda clase de fines) entrenados por la CIA para conquistar la isla. Los detienen en m

Poema de métrica y desamor.

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Todavía recuerdo tu pelo y las cosquillas,  tu fina cintura de corsé, el agravio que dejó pálidas tus mejillas, la calle donde te dibujé.  Todavía siento la vergüenza de tus dedos rozando mi magnética piel, el funesto desenlace de nuestros enredos como pago de un cruel arancel.  ¿Puede el recuerdo escribir un justo poema que hable bien sobre ti y sobre mí? ¿Puede el olvido con su cárdeno teorema  convertirme en diestro zahorí? Los besos y las caricias duelen todavía, cuando fuimos mucho más que dos.  También tu perfume mefítico, tu lejanía,  tu modo de fingir un adiós.  Faltó indulgencia, sobró abandono por mi parte, pero si dejas en el umbral esa mirada de rencor y contemplas mi arte, verás como no lo hice tan mal.  Te debo un poema de métrica y desamor que tenga versos con sensatez, bajar la bandera pirata de mi estribor  si me debelas alguna vez.          Marcos H. Herrero. 

Mientras lees esta entrada.

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Mientras lees esta entrada unos novios se destapan y alguien inventa una coartada que le libre del invierno. Un niño desamparado siente el mordisco del hambre, y una chica no come porque la crueldad en el recreo la llamó gorda. Los planetas giran, la oscuridad existe. Un taxi en Nueva York pincha una rueda, el viento caradura del norte levanta faldas y caireles. Una pareja se enamora para siempre y alguien salta de un puente por amor; por qué sino. Un perro indefenso aguanta otra patada de su dueño, los ojos de una pantera esperan entre la maleza. La policía frustra un robo a una tienda de licores y alguien está atrancado en el ascensor. Mientras lees estas palabras una mujer tiene un orgasmo, y un hombre se corre en el escote de unas tetas operadas. El asesino rompe la cerradura, alguien le da un trago a su copa. Un joven sin posibilidades admira Notre Damme, y un analfabeto con oportunidades habla de incultura. Una niña es vendida por sus padres en Tailandia, un boxeador está contr

Ser poeta.

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Ser poeta es desvelarse por el día, secuestrar palabras delicadas, poner en el anaquel de una librería  páginas hechas de madrugadas.  Ser poeta es empezar por el final, mentarle la madre a cualquiera, ser olvidado pertiguero de catedral, un mago sin conejo y sin chistera.  Ser poeta es ir a contracorriente, caminar por una calle barroca, gustarme porque estás como ausente cuando callas y mi voz no te toca.  Ser poeta es ver belleza donde otros sólo ven bar.  Entender que la tristeza es nieve con la que jugar.  Ser poeta es estar embriagado de vino, de poesía o de virtud, cantarle a los fantasmas del pasado, a los de la atribulada juventud.  Ser poeta es imitar a otros poetas  más grandes y mejores que tú, plagiarles mientras riegan las violetas, irte a la guerra, como Mambrú.  Ser poeta es nacer maldito, es ser impuntual, incorrecto, cambiar un verso por otro chupito, para que tu miembro siga erecto.  Ser poeta e

¿Qué queda después del amor?

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          Para Woody Allen, por sus 80.  Una entrada de cine gastada, ropa tendida por el suelo, el rojo que dejó la bofetada en mi inmerecida cara de anhelo.  Amargura de un verso lejano, nuestras bocas aprendices, fotos del penúltimo verano en las que parecemos felices.  Los te quiero silenciando el ruido de una calle que parecía dormida, un anillo rayado y desvalido,  la carta con lágrimas de mi despedida.  Aquel café cerca de tu portal donde pasábamos tardes enteras, el limón, la sal y el mezcal que nos puso mañanas con ojeras.  Unas sábanas desordenadas, un libro con dedicatoria de amor, las huellas de tus pisadas  desde la ducha hasta el vestidor.  Tu olor en el cuello de mi camisa, cena con buena conversación, la mano que dejó sin prisa otra mancha en el pantalón.  Celos, rabia, un desengaño.  Sudor, tabaco, una felonía.  Yo no era para ti un extraño cuando el tiempo fosforecía.  Una ciudad portuaria