CERVANTES BIEN VALE UNA MISA.
Hay una pareja esperando en la puerta de una iglesia, son las nueve de la mañana y no abren. Él lleva una mochila medio vacía, ella tiene el pelo recogido. Están impacientes y hace frío. La noche anterior compraron un libro de segunda mano en la librería de enfrente, esas librerías antiguas, familiares, de dos pisos, donde hay que llamar a un timbre antes de entrar. La pareja entró sorprendida, mirándolo todo como dos pueblerinos en su luna de miel. Al ir a pagar él preguntó, ¿Sería posible ver la tumba de Cervantes? Abren cuando quieren, pasaros en horario de misa pero es muy difícil, contestó el librero harto, supongo, de responder a la misma pregunta todos los días. Regresaron al hotel mirando el nombre de las calles, las placas de los edificios, las letras en el suelo, con la intención de madrugar, Cervantes bien vale una misa. Ahora él está llamando al timbre del convento, por la puerta sale un tipo gordo diciéndole a los que parecen sus padres que se apresuren, que ha q