POESÍA

AGAIN. 








Así que lo seguí intentando,
lo seguí intentando. 

Cuando todo apuntaba 
a una más que segura
muerte prematura. 

Cuando mi brújula no conocía norte 
y el barco se hundía,
y los vientos empujaban
en dirección a la catarata. 

Cuando más crudo fue el fracaso,
cuando en la bola del adivino
aparecieron nubes de tormenta. 

Al borde del jaque mate,
con la manga libre de ases
y una tristeza que hizo 
desbordar mis lagrimas. 

Sin red, sin poesía, sin salida,
agotado ya el tiempo 
de las oportunidades. 

Cuando con las rodillas peladas
volví a caer. 

No tenía otra salida,
nunca la tuve. 

Así que lo seguí intentando. 
Lo sigo intentando. 

    Marcos H. Herrero.





SI YO MURIERA MAÑANA.





Colgado del Álamo de la plaza del pueblo.



Tiroteado entre dos coches.



Cayendo despacio

por el precipicio

al que tantas veces me asomé.



Con el cianuro de mi muela postiza

abrasando mi deteriorada alma.



En una cama de hospital,

con los pulmones negros

de fracaso.



Devorado por una caterva

de zombies hambrientos.



Con la cabeza separada del cuerpo

y las manos pidiendo clemencia.



En una calle de Boston,

cirrótico, tal vez,

abandonado, eso seguro.



Cuando mi sístole

no responda a mi diástole.


El mundo seguirá rodando,

ajeno a mi adiós definitivo.



     Marcos H. Herrero.



HUIDA.





He vuelto a soñar con el coche rojo.

Me subía en él de nuevo, aceleraba,
la velocidad volvía borroso el paisaje.

Era una especie de robo,
porque hasta en sueños soy consciente
de las cosas que no son mías,
de las cosas que perdí,
de las cosas que nunca volverán.

Llegué a un lugar reconocible,
el sol filtrándose entre unas nubes de tormenta,
la plaza de aparcamiento, el grifo goteando
momentos de infravalorada libertad.

Una noche me acogía en su resplandor selénico,
los vasos llenos de absurda irresponsabilidad.

Entonces lo supe,
de tanto acelerar
había vuelto al pasado.

Alguien sin cara se acercó a mí
para recitar la frase
con la que acaban todos mis sueños:
no lo habrás hecho muy bien
cuando lo único que quieres
es huir.

Y otra mañana sin acelerador,
de paisaje lento, casi apático,
de coches oscuros en la acera,
de días perdidos e iguales,
de noches con sueños de liberación.

    

      Marcos H. Herrero.




TRES REFLEXIONES POR LOS AÑOS DE TU PULSERA.





I.

Si pudiera dar cuerda hacia atrás a los años
que cargas en esa pulsera, pondría algunos viajes,
una casa perdida en ninguna parte,
un paseo lento, una calle cuesta abajo,
un restaurante, un verso, más silencio quizás.
Desde luego no elegiría un futuro
tan devastador, tan cuestionable.

Echo de menos el tacto de los días sencillos,
esas cosas que aprendí a tu lado:
la preocupación de elegir una película en el videoclub,
o darle esquinazo al jardinero del botánico
que siempre nos sorprendía con sus llaves.
No acelerar demasiado cuando ibas en mi coche,
no contaminarte con mi niebla de rueda gastada,
con mi falta de deseos, ya extinta,
también con esas penas que si no fuera por mí
jamás habrías conocido.

Hoy las cosas no son sencillas
y queman la piel al tocarlas.
Menos mal que siempre estás tú,
cicatrizando mis heridas, cambiando mis planes.



II.

Tarde, como siempre, aparecí en aquella discoteca
con un pequeño regalo que cargué toda la noche,
te lo di en la oscuridad, borracho, de madrugada.

Sin saber que estábamos destinados a esto:
yo a limpiar el olvido con palabras incomprensibles,
tú a conservar el recuerdo de los frágiles obsequios.

En aquella época no había tantas preguntas,
sabíamos menos que ahora
pero no nos importaba.

Más delgados, menos eclécticos,
mis noches sólo las iluminaban
los colores de tus medias, de tu pelo.

Más imprudentes, menos tendenciosos,
tus sueños quedaron varados
en el mar negro y derrotado de mi gabardina.

El horario de llegada, las escasas monedas,
los exámenes finales, el sillón de mimbre,
la nerviosa espera y las cartas de amor.

Después de todos estos años
que tiene de vida tu pulsera
he aprendido que somos diferentes a los demás,
que cada vez que reímos suena Like a Rolling Stone.


III.

Más veces de las que me gustaría admitir,
creo que no te merezco,
que estarías mejor con un chico
que respete los semáforos,
y no con el dueño de estos desórdenes mentales.
Un tipo que tuviera más tiempo,
que llegara pronto, que fuera más amable.

Rara vez ocurre un hecho tan fortuito,
rara vez la lista de la clase mira para atrás
y se enamora del payaso castigado
que hace el tonto en el último pupitre.
Sin poder evitarlo tus buenas notas
se mezclaron con mis exámenes en blanco.

Más veces de las que me gustaría admitir,
me pregunto por qué sigues a mi lado
en esta guerra sin vencedores y mal elegida.

Menos veces de las que debería
pienso en ese porvenir que me indica
nuestra muerte juntos, el mismo día, a la misma hora.



        Marcos H. Herrero.



 PREOCUPACIONES PATERNALES.



Quisiera frenar con mi mano todas tus caídas, poner una almohada entre el suelo y tu cabeza, agarrarte justo antes de que el equilibrio despiste a las alas que tienes en los pies. Quisiera cuidarte del desamor y la desidia, del tiempo perdido y las malas decisiones, cebar mi escopeta con palabras escritas cuando el fracaso venga buscando los latidos de tu extenso corazón. Quisiera parar todos los huracanes, la lluvia que empapará tu pelo, el resfriado que vendrá después, los malos sueños de la fiebre. Quisiera darte mi sangre, mi anhelo, mi escasa poesía, si alguna vez la tuve, y hasta mis lágrimas para que entiendas lo insignificante que es el mar. Resguardarte tras mi escudo indeleble y que sobre su superficie choquen las espadas y las flechas enemigas, el amargo rencor, la envidia del cotilla. Matar al monstruo del armario, a la noche y su estúpida oscuridad. Sin embargo, por mucho que haga no podré hacer tanto. Qué es la vida sino una sucesión de caídas, de huracanes que un papá no puede frenar. Sólo soy capaz de escribir unas palabras, pero a pesar de mi acusada cobardía: estaré a tu lado bajo la tormenta prometiéndote que serás más fuerte cuando escampe.


         Marcos H. Herrero




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