SI YO MURIERA MAÑANA.
Colgado del Álamo de la plaza del pueblo. Tiroteado entre dos coches. Cayendo despacio por el precipicio al que tantas veces me asomé. Con el cianuro de mi muela postiza abrasando mi deteriorada alma. En una cama de hospital, con los pulmones negros de fracaso. Devorado por una caterva de zombies hambrientos. Con la cabeza separada del cuerpo y las manos pidiendo clemencia. En una calle de Boston, cirrótico, tal vez, abandonado, eso seguro. Cuando mi sístole no responda a mi diástole. El mundo seguirá rodando, ajeno a mi adiós definitivo. Marcos H. Herrero.