SOBREVIVIR.




No han salido las cosas como quería. Casi nunca lo hacen. El dolor se impone como las sombras que habitan las paredes de los castillos encantados. 

Llegados a este punto lo mejor es vivir la derrota, acariciarla, no renegar de ella, disfrutar del vértigo de esta montaña rusa que sólo tiene cuestas abajo. 

Fragilidad, esa sería la palabra de este año. Saber que tu vida puede cambiar en cualquier mínimo detalle: un estornudo, una tos, un par de equis en las casillas adecuadas. Tu vida depende de la raya roja de un test de antígenos, y eso, es demasiada inconsistencia. 

No recuerdo un año tan mundano, tan alejado de la poesía. Hago balance y han sido muy pocos los versos que he leído. A medida que pasa el tiempo se van borrando de mi memoria las palabras que alumbraban los caminos oscuros por los que transito, ya ni siquiera logro recitar un poema como antes. 

Es una buena metáfora, siempre la cuento cuando alguien me pregunta: Estoy en medio de un mar tormentoso, alta mar posiblemente, las olas son grandes y constantes, me hunden, manoteo y logro salir a respirar. 

¿Qué me ha pasado para llegar a esto? ¿Iba en un barco de lujo y me arrojé de repente por la borda, me amotiné contra el capitán y los pasajeros me tiraron al mar, elegí mal y subí a la embarcación con más papeletas de naufragar? No veo restos de un naufragio, tablas hinchadas de humedad, un reloj parado, cadáveres flotando. Mis preguntas se quedan sin respuesta. Ni me ahogo del todo ni me mantengo, mis pulmones están llenos de agua salada pero siguen funcionando. Hay rayos de sol, una luz débil tamizada por unas nubes oscuras y cabreadas, estoy mareado y no sé si amanece o llega la noche, mi vida depende de ello pero el cielo no arroja una pista. Miro en rededor y no veo mas que agua, ni una isla que dé refugio, aunque con la suerte que tengo en este naufragio, son muchas las posibilidades de que la isla esté habitada por caníbales hambrientos. Cómo digo, es una buena metáfora, cuando la cuento la gente ríe la gracieta a la vez que se preocupan por mi salud mental. 

Sin embargo, hubo cosas buenas, si busco entre los días pasados encuentro vuestras dos sonrisas, vuestros gritos y nuestras carreras, un peluche en el pasillo, una pieza de un puzzle que piso y me hace maldecir, tu respiración, tus latidos, la goma de mi muñeca, el silencio, las canciones, los cuentos que nos inventamos para alejar pesadillas, este estúpido orgullo de padre golpeando mis arterias, el abrazo repentino, los libros de la estantería que pronto serán tuyos. Motivos para seguir intentándolo y cayendo, intentándolo y fracasando. Porque después de tanta derrota, el dolor duele menos, porque llegados a este punto, sólo nos queda una cosa por hacer: Intentarlo. 

Alguien me preguntó el otro día qué le pedía al año nuevo. 

Sobrevivir, contesté. 


    Marcos H. Herrero.

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