HOSTIAS EN SENTIDO CONTRARIO.





Voy a la gasolinera antes de ir a trabajar, es temprano, el sol comienza a despuntar evaporando la escarcha de una noche de octubre.  

Lleno de 95, por favor. 

Cuando el empleado coge la manguera del surtidor, veo en el marcador que por cada litro de combustible tengo que pagar 1,50 euros. El depósito aún no se ha llenado cuando le digo que pare. Los números sobrepasan los 50 euros. Es demasiado. 

¿No hay nadie que se queje por los precios? Le digo al dependiente. 

Me contesta que no, aunque cree que son abusivos. Hace un año me sobraba con un billete de 50 para llenar el depósito, hoy la aguja ni se acerca al máximo con ese billete. Hace un año mi sueldo era el mismo que el que tengo hoy. 

Antes de despedirme, el dependiente me dice que la gasolina está cara pero que lo que sobrepasa los límites es el precio de la luz, e intenta venderme un contrato de luz en nombre de la empresa de gasolina. 

Cuando termino de trabajar voy al supermercado. Lleno el carrito y al pagar la cajera me pide 84 euros. Hace un año llenar el carro con los mismos productos me costaba 20 euros más barato. Hace un año, insisto, cobraba lo mismo que cobro hoy. 

Al llegar a casa abro el buzón, hay una carta de la compañía de gas. Me escriben para decirme que el mes que viene mi factura aumentará de forma considerable, pero que esté tranquilo, no me quedaré sin suministro (mientras pueda pagar, claro). 

En las noticias informan que hay países que no dejan pasar el gas y abastecer a los vecinos. A mí eso no me preocupa, mi suministro está asegurado bajo un aumento considerable de la factura. 

Desde hace un año, o incluso más, pago casi el doble por alimentar a mi familia, no pasar frío en invierno y poder desplazarme, y perdonen la insistencia, pero mi nómina es la misma que hace un año. 

Mientras esto pasa me pregunto por qué la gente no se queja ¿soy el único que nota el desbarajuste? Mañana la gasolina, el gas, la leche o la luz seguirán subiendo mientras nosotros pedimos un artículo en Amazon a través de nuestros teléfonos último modelo. No quemaremos un contenedor, ni alzaremos la voz a no ser que el paquete que hemos pedido llegue tarde, entonces sí pondremos quejas virtuales y una estrella sobre cinco al vendedor. 

Somos la primera generación ciega, sin futuro, sin trabajos bien remunerados, con el coste de la vida al alza, con el mayor índice de suicidios, de desesperación, creyendo que si aparentamos ser felices seremos felices, y no, por mucho que sonrías en las fotos no eres feliz. 

Cargamos con más mierda en la cabeza que todos nuestros antepasados juntos, y encima tenemos que preocuparnos por el cambio climático, porque sino todo se irá a la mierda y no habrá futuro. Nuestro bienestar pende de un hilo. La naturaleza se muere. Los animales se ahogan en plástico y fuego. 

A lo mejor es lo que necesitamos, un apagón, los hongos de unas bombas atómicas y vuelta a la prehistoria. Quizá así, cuando alguien intente esclavizarnos le robaremos el látigo y las hostias irán en sentido contrario. 


    Marcos H. Herrero.

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