LO QUE VEO MIENTRAS ESCRIBO.

 


      Hay un tipo vestido de negro que fuma apoyado en la pared, está despeinado y tiene una mano en el bolsillo, yo diría que espera a alguien o tal vez sólo piense en los amores pretéritos que al igual que el viento de hoy le dejaron el pelo revuelto. Una pareja mira el escaparate de la librería que tengo a mi derecha, él señala el cristal con el dedo índice de la mano izquierda, ella apoya con suavidad la mano en el escaparate mientras flexiona una rodilla en una actitud trémula por el frío, o por los libros que quiere tener, qué sé yo. Dos chicos observan desde una ventana, el primero sostiene una taza de café, logro distinguir una sonrisa entre su barba, el segundo le sonríe a mi mirada. La torre Eiffel al fondo, difuminada por la luz de la mañana. Un perro olisquea la esquina del edificio que queda a mi izquierda, en el primer piso hay un gato, negro y diminuto, mofándose de los perros y sus dueños, esclavos de horarios y correas, ignorantes de los beneficios de la arena. Una chica sale de la floristería oliendo muy coqueta un ramo de algo que no acierto a reconocer, pueden ser rosas, puedes ser tú. Una señora con aire del sur abre una ventana, tiene un moño rizado y está maquillada, la música alegre de su habitación invade la calzada. 

    Un chico para de repente en mitad de la carretera, mira obnubilado su móvil, teclea de manera compulsiva la pantalla, lleva gorra, mochila, gafas y unos cascos que le tapan las orejas, podría ser yo en algún tiempo pasado, o en uno de esos lunes que duelen tanto que lo único que hago es tocar el móvil cómo un niño tonto y consentido, ajeno a la belleza que me rodea. Hay un portal vacío, una hilera de árboles, muy al fondo, que desembocan en un parque en el que nunca he estado. El cableado de los faroles transcurre por las fachadas. La calle es empedrada, hace mucho que un coche no pasa por aquí. Hay figuras que no distingo con claridad, puede ser alguien que pasa en bicicleta, una niña que tira de la mano de su madre o un detective retirado que espía a la gente por simple curiosidad. Busco en esta calle detalles íntimos, algo tuyo, algo nuestro, un gesto peregrino que me recuerde lo que fuimos, busco en las cortinas de las ventanas abiertas, en el color de los escaparates, en la bruma que barre el suelo y levanta el bajo del abrigo del chico que continúa apoyado en la pared, siempre que miro por la ventana está ahí, recordándome una vida que ya empiezo a echar de menos.

        Marcos H, Herrero.

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