UN LIBRO DE LA ESTANTERÍA.

 




      Estoy en un barco, navegando por los confines de este mundo, busco una ballena blanca que me muestre el éxito de mi escritura. Cruzo el puente sobre el Drina chocando mi hombro con moros, cristianos y judíos. Las habitaciones del hotel de los inválidos de Paris son amplias y tienen corredores hermosos, lo sé porque he estado allí con Phillippe Lançon y su cirujana Chloé. Viví en un mundo de excesos con Walter Arias, aprendiendo que la vida no es más que una sucesión de fracasos elegidos. Sobre la belleza y la locura conversé con la madre de Delphine de Vigan, estábamos en una reunión familiar, ella fumaba, echando el humo en la cara de la muerte. Oigo el timbre de Robert Neville cuando su mujer muerta quiere regresar a casa. Paseo con Cellini por Florencia, él me habla de dos chicas que pasarán por aquí muy pronto, una es pintora a sueldo de una plaza, la otra tiene los ojos de Medusa. Soy un niño que lee en clase escondiendo su libro favorito bajo el pupitre, un escritor frustrado que mata a su mujer, un cambio de destino en la estación. Puedo ser pirata o mercenario, terrorista o asceta, poeta sifilítico o borracho irredento, puedo ser un viejo que escupe en los semáforos, morir en una guerra o atropellado por un tranvía. Puedo olvidar todos mis problemas si cojo un libro de la estantería.


        Marcos H. Herrero.

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