BAUDELAIRE.

    

    Lo he visto muchas veces caminando por las anchas calles de Paris, recién reformadas por el barón Haussmann para corregir lepra y malos olores, camina muy deprisa, huérfano de padre, maldiciendo, fijándose en todo. Lo veo esquivar carruajes para entrar en los prostíbulos, febril y desalmado, solo, las botas llenas de barro, perseguido por acreedores sin alma, por enfermedades endémicas. Lo veo preocupado por las prostitutas, por los gatos, por un asno que pasa, por la métrica de un poema, su mirada atraviesa las paredes de cualquier religión, sus palabras cambiarán la Literatura para siempre, él bien lo sabe, y sabe también que vive en el mundo y la época equivocadas. Traduce a Edgar Allan Poe, yo lo he visto más de un millón de veces, se siente fascinado por el escritor que al otro lado del Océano corre con la misma suerte que él, siente que están conectados de algún modo. Como yo ahora mientras escribo estas palabras. Lo he visto y lo veré hasta que me muera, en cualquier estación, en cualquier fracaso, en las fotos de mi teléfono, las fotos que le hizo Félix Nadar en las que aparece con aire meditabundo, chulo e inteligente, un espectro con levita que viene a recordarnos lo brutal que puede ser un poema, hasta escribí un libro donde se coló sin permiso, su poesía en prosa aparecía entre los anuncios de un periódico antiquísimo. Lo veo en sueños criticando la modernidad, la suya, la mía, los cuadros de Goya, las sonrisas de los bufones, las personas que van a los museos sólo para ver los cuadros que han visto en televisión, quiere ajustar los engranajes del mundo pero el mundo tiene tuercas oxidadas que no se mueven con palabras escritas. Dicen que un día murió de sífilis, y que en la lápida de su tumba aparece el nombre de su padrastro, a quien odiaba, antes que el suyo, mas eso no es lo que nos interesa, lo verdaderamente importante es que hace 200 años nació Charles Baudelaire y yo sigo enamorado de él. 

     Marcos H. Herrero.