TRES REFLEXIONES POR LOS AÑOS DE TU PULSERA.




I.

Si pudiera dar cuerda hacia atrás a los años
que cargas en esa pulsera, pondría algunos viajes,
una casa perdida en ninguna parte,
un paseo lento, una calle cuesta abajo,
un restaurante, un verso, más silencio quizás.
Desde luego no elegiría un futuro
tan devastador, tan cuestionable.

Echo de menos el tacto de los días sencillos,
esas cosas que aprendí a tu lado:
la preocupación de elegir una película en el videoclub,
o darle esquinazo al jardinero del botánico
que siempre nos sorprendía con sus llaves.
No acelerar demasiado cuando ibas en mi coche,
no contaminarte con mi niebla de rueda gastada,
con mi falta de deseos, ya extinta,
también con esas penas que si no fuera por mí
jamás habrías conocido.

Hoy las cosas no son sencillas
y queman la piel al tocarlas.
Menos mal que siempre estás tú,
cicatrizando mis heridas, cambiando mis planes.



II.

Tarde, como siempre, aparecí en aquella discoteca
con un pequeño regalo que cargué toda la noche,
te lo di en la oscuridad, borracho, de madrugada.

Sin saber que estábamos destinados a esto:
yo a limpiar el olvido con palabras incomprensibles,
tú a conservar el recuerdo de los frágiles obsequios.

En aquella época no había tantas preguntas,
sabíamos menos que ahora
pero no nos importaba.

Más delgados, menos eclécticos,
mis noches sólo las iluminaban
los colores de tus medias, de tu pelo.

Más imprudentes, menos tendenciosos,
tus sueños quedaron varados
en el mar negro y derrotado de mi gabardina.

El horario de llegada, las escasas monedas,
los exámenes finales, el sillón de mimbre,
la nerviosa espera y las cartas de amor.

Después de todos estos años
que tiene de vida tu pulsera
he aprendido que somos diferentes a los demás,
que cada vez que reímos suena Like a Rolling Stone.


III.

Más veces de las que me gustaría admitir,
creo que no te merezco,
que estarías mejor con un chico
que respete los semáforos,
y no con el dueño de estos desórdenes mentales.
Un tipo que tuviera más tiempo,
que llegara pronto, que fuera más amable.

Rara vez ocurre un hecho tan fortuito,
rara vez la lista de la clase mira para atrás
y se enamora del payaso castigado
que hace el tonto en el último pupitre.
Sin poder evitarlo tus buenas notas
se mezclaron con mis exámenes en blanco.

Más veces de las que me gustaría admitir,
me pregunto por qué sigues a mi lado
en esta guerra sin vencedores y mal elegida.

Menos veces de las que debería
pienso en ese porvenir que me indica
nuestra muerte juntos, el mismo día, a la misma hora.



Marcos H. Herrero.

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