TERROR.




I.

La mano con uñas largas y negras
que asoma detrás del espejo.
Una cara sin ojos o unos ojos
brillando en la oscuridad.

Una sábana con forma humana
que arrastra cadenas y desamores.
El crucifijo que daña a los vampiros más díscolos,
a las brujas que vuelven tarde a casa.

Los monstruos que se pasan la noche
abriendo y cerrando la puerta del armario.
La niña que vomita y baja las escaleras del revés
porque no quiere hacer los deberes.

La respiración del asesino deformado
que mueve el picaporte de tu puerta.
El cuchillo y la cortina de la ducha,
el vaso poniendo rumbo hacia el sí.

Un grito a las tres en punto de la madrugada.
Un resplandor, un muerto levantándose.
Un cuadro que se cae de repente.
Un fantasma que te mira mientras duermes.

II.

Los políticos corruptos y repetitivos.
La política, aburrida en el peor sentido.
El telediario, con su retahíla de mujeres asesinadas.
Las Belenes Esteban, los que quieren ser Paquirrín.

El chismorreo de pueblo pequeño,
el ojo en la mirilla o en la cerradura.
Las modas que no pasan de moda
como el abuso al gordo de la clase.

El torero analfabeto y repeinado
con sangre en el traje de luces.
Cualquier animal maltratado,
cualquier animal abandonado.

La falta de cultura y la falta de libros,
un niño obtuso con mal vocabulario
al que hay que regalarle un móvil
para que sus amigos no lo discriminen.

El que todo cree saberlo porque tiene dinero,
la contaminación y la escasez de futuro.
El comentario absurdo del cobarde
que se esconde delante de una pantalla.

Una librería cerrada, un Facebook abierto,
el jefe que no paga a sus empleados,
las compras innecesarias, las rebajas,
el terrorista, el influencer, el idiota.

    Marcos H. Herrero.

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