HIJOS DE LA DESFACHATEZ.



Uno de los mejores libros que he leído es Viaje al fin de la noche. Su prosa delirante y audaz, tiene un capítulo que me hizo estremecer, habla de París, de la guerra, de la tristeza, pero sobre todo de la desesperanza. Es un suicidio tomarlo en serio. Lo escribió un medicucho de entreguerras, obtuso, pesimista, antisemita. Tal era su antisemitismo, su odio, que escribió tres artículos diciendo cómo y porqué nos teníamos que librar de los judíos, exigiendo pogromos y holocaustos por doquier. Louis Ferdinand Céline, así su nombre, el que todo lo veía negro e irremediable, el que creía que Hitler había sido reemplazado por un judío debido a su ablandamiento, fue un tipo repulsivo, denigrante, asqueroso, pero capaz de escribir esa obra maestra de la Literatura. 

Quiero decir que antaño existían hijos de la desfachatez y el histrionismo y la repugnancia, que aún así eran geniales en su arte. Extremismos con calidad, de los que algo nutritivo se podía sacar. Talentos al servicio del mal. Homófobos, racistas, vacilones, como Quevedo, uno de los mejores poetas de este país, que odiaba a los maricones, a los judíos y a Góngora. O Roald Dahl o Dickens o Picasso con ese comunismo tan hermético, genios viviendo más allá de la frontera de lo humanamente aguantable. 

Claro que, eran otros tiempos y todo eso, hoy a nivel internacional tenemos, no sé, a Houellebecq o Clint Eastwood, digamos, cuyas obras son arte, pero cuyas palabras son odio. En España sin embargo, no hay intelectuales del lado de la desmesura. Está Vargas Llosa, que se hace fotos con Aznar, pero ni el primero es un genio ni el segundo llega a papanatas, dos alfeñiques taimados, nada más. 

Ahora que esos pensamientos excesivos llegan con fuerza a nuestras puertas a través de la voz de políticos con pinta de domingueros, podría haber un buen escritor, un buen pintor, un genio, sosteniendo una bandera de balcón. ¿Juan Manuel de Prada? Dios lo guarde. ¿Arturo Fernández? Se niega a actuar en Cádiz porque “ahí gobierna Podemos”. Dan risa y miedo a la vez. Desde Zapatero ningún artista ha apoyado abiertamente a un gobierno, aunque eso no cuenta, Zapatero no era extremista sino estulto, además, la mayoría de la farándula se arrepintió del apoyo. 

Las calles se tapan con banderas de España, el presidente creído convoca elecciones, las hienas ríen y prometen, los pensamientos de misa de doce hierven en un puchero medioeval, Rodrigo Díaz de Vivar recién resucitado y con la espada roma pasa revista a sus tropas sordas, el torero muerde la muleta mientras espera una tarde bermeja, los rojos se destiñen en su eterna discusión, el periodista aprieta sobrado de preguntas, igual que el cómico, rebosante de chistes de telediario, todos queriendo ser presidentes y concejales y millonarios y poderosos, salir en la tele y tener opulencia en la cuenta bancaria. Y ningún relumbrón entre ellos, al menos que se sepa, cuán descafeinados son estos tiempos, hemos pasado de maestros haciéndose el tonto a tontos creyéndose maestros. 

Y en el medio nosotros, votando y ondeando banderas al viento, risibles perjudicados, daño colateral de la tormenta, con la fantasmal esperanza de mejorar nuestras insignificantes vidas. Ocurra lo que ocurra, perderemos. Sólo quedan las obras maestras de los antiguos genios, el día que nos agarremos a ellas volveremos a ganar.

      Marcos H. Herrero

Comentarios

  1. Houellebecq puede gustar o no gustar, pero yo no veo odio en su discurso. Me parece un gran escritor -quizá el autor contemporáneo más importante en lengua francesa - que escribe con una serenidad inusitada sobre las dificultades reales que está teniendo la sociedad occidental actual. Además, pienso que una parte importante de su talento está precisamente en esa calma con que sabe tratar asuntos enjundiosos; como novelista no tiene por qué evitar la controversia, sino que está en todo su derecho de tratar todos los temas y jugar con la materia.
    Las declaraciones de islamofobia por parte de sus detractores cuando sacó “Sumisión” me parecieron delirantes. Ni ataca el islam (más bien habla de un islam moderado) ni fomenta el odio. Escribe sobre la posibilidad de una nueva sociedad fundamentada en un importante proyecto geopolítico para reorientar Europa hacia el sur -una especie de Imperio Romano reconstruido donde Francia desempeñaría un papel central-, instigado por un político de altura, ambicioso, excelente negociador para llegar a acuerdos partidistas. Históricamente a la altura de Napoléon, pero sin declarar la guerra. Yo no veo más.
    Un fuerte abrazo, Marcos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No tengo una opinión demasiado profunda sobre Houellebecq, leí un par de libros suyos, Las partículas elementales y Plataforma, hace mucho tiempo y no me produjeron ningún interés. Si he de elegir un escritor francés y actual me quedo con Emmanuel Carrère, sin duda. No obstante, tendrás que admitir que sus declaraciones son chirriantes como poco (al margen del humo y de las pausas interminables), y a eso iba yo, hoy en día no existe un escritor brillante y a la vez bravucón que escupa hacia arriba, por eso pongo de ejemplo a Houellebecq, se me ocurre que es el único lenguaraz que habla de política sin tapujos, ese acercamiento a Trump o al frente nacional. Odio no alberga, desde luego, pero algunas de sus declaraciones pueden hacer que comience a albergar odio en otras personas, sobre todo debido a que se mete en jardines demasiado frondosos, y con tanta espesura las opiniones se pueden malinterpretar. Salvando las distancias me viene a la mente el Twitter de Arturo Pérez Reverte. Quizás esté equivocado, pero así es como lo veo. Un abrazo fuerte.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Tormenta de mayo.

Al arte que me ha dado tanto.

ESCRIBIR UNA PRIMERA NOVELA Y EL RUIDO QUE NOS SEPARA.