BRINDO POR USTEDES V.




Queda ya poco de aquel chico que se hizo con un blog absurdo y lo llamó Relámpagos, queda ya poco de aquel blog absurdo llamado Relámpagos. Yo era un joven incendiario que huía de la policía y la mundanidad queriendo ser distinto, no parecerme a toda esa gente que aparecía feliz en las fotos de mis redes sociales se convirtió en mi mayor objetivo, lejos de eso no había demasiado. El verano de hace cinco años no fue tan malo como para construir un blog, al menos no lo recuerdo de tal guisa, hubo besos, soledad, mar. Sin embargo, me dio por hacer un espacio para vengarme, a través de letra mal escrita y con ínfulas de poeta, de todo aquello que una vez me hizo daño. Digamos que de esa amalgama surgió el primer latido de Relámpagos. Así que escribí todo lo que pude, y cuanto más escribía más daño me hacía, hasta llegar a hoy donde el daño ya es irremisible.

Me eché a los caminos, con unas cuantas rimas como adarga, con una prosa mimbreña de rocín, igual que un don Quijote apresurado en dar justicia poética a los desvalidos de poesía, y como ese personaje infinito, desbordante y futurólogo, sólo encontré imaginaciones. Porque después de tantos años, si hay una palabra para definir Relámpagos, sería: fracaso.

Un fracaso lúcido, una derrota más tangible que fantasiosa, una advertencia jamás tenida en cuenta.

Pretender ser poeta a través de la farsa es un atrevimiento cerril, se deben tener oportunidades, billetes púrpuras, velas encendidas, planetas alineados, y en mi caso, creo que la suerte ni siquiera sabe que existo. Pero ahí está mi romanticismo afrancesado para mentirme con su retórica de que todo es posible, cuando, como poco, es inalcanzable. Y encima voy y le hago caso. Y escribo, y leo a Quevedo, a Cervantes, a Melville, y vuelvo a escribir, y me frustro porque nunca me acercaré a ellos, y voy a un centro comercial atestado de zombies, y abro un libro que me quieren vender como si eso fuera poesía, y vomito, y veo que ese libro está en un top de libros más vendidos, y vuelvo a vomitar, y digo: si esto es el éxito, no lo quiero.

Sin embargo, durante un segundo lo cambiaría todo por una de esas medallas de hojalata que va exhibiendo la gente por ahí, imagino que amortiguan el fracaso. Una foto sosteniendo un trofeo al mejor deportista o poeta o yo qué sé, con sonrisa falsa incluida, con una chica demostrando su amor hacia mí en un beso lánguido y eterno. ¿Dije un segundo? Quise decir una décima de segundo. Porque al final te das cuenta de que la vida no es así, que el problema no lo tienes tú, sino la gente que admira a aquellos que lucen condecoraciones en la solapa. En fin, hablemos de Relámpagos, que es su cumpleaños y yo empiezo a desvariar.

En estos cinco años se me acercaron personas a preguntarme el porqué de Relámpagos, el porqué de ese nombre tan místico, digamos. Una vez, una chica inocente y curiosa me hizo la pregunta, yo me las di de bohemio ilustrado y le hablé sobre pasión y virtuosismo y metonimia, sobre la luz que ilumina durante un segundo las tinieblas (véase la entrada anterior). La chica no entendió nada, ni siquiera yo entendí lo que quería expresar, imagínense, y salió despavorida sin decir adiós (normal). Así pasó con casi todos los que aparcaban su vista en el blog, huían horrorizados por mi letra como adolescentes saliendo de una casa embrujada. Desde aquí les envío mi más franco entendimiento.

Hay días en los que leo el Blog y me siento, no sé, me siento orgulloso, nunca se me dio bien la vanagloria. Pasaron muchas historias, quitando la paja mental y física, hay versos apabullantes y frases tremendas, déjenme presumir, prometo no caer en la arrogancia. Hace poco, un familiar de cuyo nombre sí me acuerdo, pero que no diré, me dijo que alguna vez se le puso la piel de gallina leyendo el blog, y eso para mí, qué quieren que les diga, es un triunfo inmenso e inmerecido. ¿Por qué inmerecido? Porque hay días, otros, la mayoría, en los que me cuesta mucho escribir, en los que no queda nada de esa pasión de antaño por leer, por sentarme en una silla con mis libros, con mis versos, con mis autores favoritos. Todo se vuelve cuesta arriba y a los problemas les da por fagocitar mis escasos sueños.

Entonces miro Relámpagos y lo veo ahí sentado frente a una tarta de cinco velas, con la cara de viejo, sin apenas aire que apague la llama. Pienso, tú no te mereces esto. Al coger el cuchillo para partir la tarta me dan ganas de clavárselo en la yugular, dejaría de sufrir, dejaríamos de sufrir, llenar la mesa de sangre y versos que un día escribí, todo se desvanecería en un silencio mortal. En cambio, hundo el cuchillo en la tarta y reparto los trocitos entre los pocos asistentes. Uno para Irene, que me sacó de todos los sótanos turbios y desdeñosos de la ciudad, mostrándome una luz que, aunque todavía me hace amusgar los ojos, es la luz más natural y ubicua que jamás he visto, que jamás veré. Este trozo para Ella, todos los días me acuerdo de ti, ahora incluso más, daría lo que fuera por que estuvieras aquí conmigo, te echo tanto de menos. Para Karima este trozo, que sigue malgastando su tiempo en venir por aquí, todo agradecimiento se queda pequeño. Un pedazo para aquel que se le puso la piel de gallina leyendo esta confusa letra, es una alegría volver a verte. Otro trozo para Irene, tú ya sabes porqué. Una porción pequeña para el autor, que te vaya bien en esa puta mundanidad que crees haber elegido, siempre valdrás más por los poemas que nunca escribirás que por los poemas que has escrito. Y estas migajas que quedan pegadas al plato se las sirvo a todos los jeiters, hideputas y personas mal folladas que me hacen vudú, me miran mal o me odian con todas las fuerzas que sus celos les permiten, sigo respirando así que deberíais cambiar de estrategia.

Vuelvo a la cocina para ponerme un chupito de veneno. Lo levanto al cielo y brindo por ustedes.


       Marcos H. Herrero.

Comentarios

  1. Magistral tu escrito de celebración, querido Marcos. Muchas felicidades por estos 5 años de genialidad y muchísimas gracias por la mención que siempre me emociona. Pero he de decir que eso de regalar migajas a los jeiters y compañía ha sido la leche. Me he partido de la risa, porque es sencillamente genial.

    No dejes de regalarnos tus Relámpagos, porque primero es una gozada leerte y segundo, la poesía es la vida misma, su explicación más honda: la fragilidad de todo, el destrozo de las ilusiones y la forma efímera de mostrarse la vida, que se va de puntillas llevándoselo todo a cuestas como un ladrón, a nosotros también.
    Un fuerte abrazo.

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