El diablo.



Es un cura que abusa impune de un niño,
el político que engaña a sus electores. 
Es una pobre ricachona con armiño,
la polla inmunda e infecta de los violadores. 

No es una niña que se sube por las paredes
insultando a la madre del exorcista pedante,
ni la que se masturba, crucifijo mediante,
mientras vomita verde encima de los deberes. 

Quemó mujeres con excusas de brujas,
sedujo almas nobles para su franquicia,
cornudo compinche de un reloj sin agujas,
estrepitoso silencio frente a la injusticia

Es una cruz de oro y unos testamentos
frente a un presidente que jura el cargo. 
Es el himen encerrado en los conventos
endureciéndose cada día en su letargo. 

No es el exiliado que lanza un escupitajo 
sobre las manos apergaminadas de un abuelo. 
No vive castigando almas dos pisos más abajo,
porque el infierno está en ti y no en el subsuelo. 

Últimamente lo vieron por América 
sentado displicente en el despacho oval,
con pelo oxigenado y alma cadavérica,
con el dedo en el botón que desatará la mundial. 

Es un padre follándose a una puta
que no puede mirarse en el espejo,
es una puta que no pasa minuta
al hijo abandonado con cara de viejo. 

No es un carpintero colgado del revés,
ni el niño que roba gominolas en el quiosco. 
Sólo lo encontrarás desabrochando corsés 
si miras a la derecha de un tríptico del Bosco. 

Por pueblos marítimos lo conocen como Leviatán,
maneja sin patente un buque corsario,
y se ríe a carcajadas de cualquier pelafustán 
que ruega salvación a un Dios imaginario. 

Es cualquier animal muerto en la calzada,
el desahuciado que no tiene para comer. 
Los pecados veniales de la madrugada
son obra del embride y no de Lucifer. 

Es la sangre inocente en las calles de Alepo,
un cornúpeta al que llaman Satanás,
es el cazador que prepara un afilado cepo,
soy yo, si tomo un trago más. 

          Marcos H. Herrero.

Comentarios

  1. Ves cómo son necesarios tus relámpagos. Porque tomar la palabra y escribir como lo haces es solidarizarse con los inocentes y luchar contra la injusticia. Quizá el humanismo sea una batalla que nunca ganemos, pero creo que lo que le da valor a una lucha no es su victoria, sino su razón de ser.
    Un abrazo, Marcos

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