Dificultades técnicas.



Llevo unos días separado de la poesía, de la literatura. He salido a la calle a hacer algo que odio, acariciar mundanidad. Horario de oficina, metro en hora punta, empujones, pantallas atestadas de números, números faltos de rima, ganas de matar, obras interminables en el asfalto candente, llamadas de "llegaré tarde a casa", eso y este pegajoso calor de agosto han causado una considerable merma de Relámpagos. No me mires así insatisfecho lector, tenía que probar el sabor de una vida vulgar, ¿que dónde está la poesía en esto? Pues en una nostalgia que destroza mi aterido corazón desde primera hora de la mañana. Aún así, cuando presento batalla a la monotonía y miro el mundo a través de los ojos de algún poema, sólo veo gente buscando con sus móviles entelequias virtuales, como ratas hechizadas por la melodía de un flautista sagaz. ¿Llevaré mucho tiempo alejado del mundo, o es el mundo el que está alejado de mí? Pastosas disquisiciones que nunca tendrán respuesta. Y como mis ganas de escribir son infinitamente mayores a mis ganas de matar, he fabricado un relato para todos esos zombies que van a la caza de algo que les haga sentirse un poquito más muertos. 



Después de tantos kilómetros recorridos, de balas perdidas, de tropezones con bordillos, baldosas y personas a móviles pegadas, de sustos al borde de carreteras, de ceguera física y moral, de estupidez paranoide y baterías agotadas, de no ver el cielo de verano, de tomar ibuprofeno contra el dolor cervical, al fin cacé un Pokémon. 
Es irreverente y malvado. No duerme por las noches, se las pasa entrenando en un gimnasio virtual sus magníficos y vanos superpoderes. Me obliga a ver programas de televisión tales como Sálvame (en sus muchas y horrendas versiones) y algo interminable que acaba en viceversa. Recién llegado a mi casa, y con sus maletas aún en el umbral de la puerta, hizo migas un libro prestado de la biblioteca. Mal empezamos pensé. Cuando lo saco por ahí bebe mi cerveza y una vez borracho mienta la madre de todo Pokémon que se cruza en nuestro camino, acaba enzarzado en peleas clandestinas de las que siempre sale victorioso, porque, ha de saber querido lector, mi Pokémon es una fiera violenta y sanguinaria, muerde yugulares con sus afilados y brillantes dientes, o envía relámpagos sin acuse de recibo a través de sus mejillas, que no le confunda su carita sonriente y su apariencia pacífica, debajo de ese moco amarillo hay una fuerza resentida que puede hacer temblar el mundo. Fíjese la maldad que el día de su primera evolución, parece que fue ayer, me robó la Visa, así como su indescifrable número secreto, para gastar mis escasos ahorros en bares de alterne y comida premium para Pokémons. El muy cabrón, días me costó encontrarlo, tuve que poner cebo por toda la ciudad para que apareciera, semanas después, ebrio y demacrado. 
De evolución en evolución, Funzo el Chamullante, así lo bautizaron, se ha hecho grande y fuerte, ya no hay humano abotargado con Poké ball que lo atrape. El otro día de una voz hizo volar mi gorra de entrenador. Lo poco que sueña lo sueña en mi cama, relegando mi descanso al duro sofá del salón, de día nos movemos por la ciudad a su antojo, que le apetece una hamburguesa, pues este irredento poeta ha de entrar en la franquicia de moda a comer sufrimiento que no alimenta, que necesita ejercitar sus irreales músculos, pues a buscar un parque donde se desfogue, por ejemplo cerca del Corte Inglés. Siempre localizado, a veces mi Pokémon afloja la cuerda que me ata. Y aquí me hallo, esperando que el mundo invente un teléfono al que podamos llamar los entrenadores maltratados de estas criaturas cuyo segundo nombre es zanahoria. Hasta entonces recuerden, mantengan a raya a esos bichos imaginarios si no quieren acabar como en un episodio de Black Mirror.

       Marcos H. Herrero. 

   

Comentarios

  1. Buenísimo. Todo lo que expresas, en verso o en prosa, es grande.
    Tal cual lo dices: “algo que les haga sentirse un poquito más muertos”. Hace unos días leí un verbo que me encantó: “sobremorir”. Creo que estos zombies van “sobremuriendo” a cada nuevo golpe de "ingenio".
    Un fuerte abrazo, Marcos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Al arte que me ha dado tanto.

ESCRIBIR UNA PRIMERA NOVELA Y EL RUIDO QUE NOS SEPARA.

Un camino diferente.