Deseos de Lili Marleen.


"La poesía es inútil, sólo sirve 
para cortarle la cabeza a un rey
o para seducir a una muchacha." 
      Luis García Montero. 


Hace un tiempito tomé café con una amiga, para proteger su anonimato diré que se llama Lili Marleen, (no a todo el mundo le gusta aparecer en este histriónico blog) la grata conversación me llevó a preguntarle, maldita mi curiosidad, qué era lo que ella buscaba en un hombre, (aquí el parloteo se volvió un monólogo de peticiones imposibles) fue increíble la enumeración que salió de su boca inconformista; que si guapo, que si inteligente, que si la llevara a no sé donde, que si la cogiera de la mano, sensible, sano, mesurado, trabajador, ¡ya ni recuerdo tanto epíteto adjetivo! Difíciles condiciones que supongo busca en un hombre cualquier chica normal. Después de escuchar pacientemente sus deseos decidí dedicarle una entrada, de las cosas que quieren las chicas diferentes, para reírme de esos obstáculos que impone a los fantasmas que rondan su corazón, trabas que con el tiempo irán convirtiéndose en el confeti del suelo cuando la fiesta ya ha terminado. También quería escribir sobre tantas y tantas ventajas que tiene salir con un poeta, ¿o eran desventajas?


Me gustaría besar a un sapo y que en vez de príncipe el pringoso batracio se convirtiera en poeta. Uno de esos poetas beodos de mirada extraviada y triste. Que camine elegante por una esquizofrenia controlada. Que un verso suyo haga entrar a mi mano en la humedad ardiente de mis bragas. Que fume lento. Que salga victorioso de peleas tabernarias y comparta conmigo la sangre de su labio. Que se vaya de mi cama en mitad de la noche a perseguir utopías, tal vez, a seducir a otras. Que sea veneno para el alma. Con tendencias suicidas. Con aspecto de Adonis pintado por Tiziano. Indómito, tierno, derrotado en causas perdidas. Refractario, contestón, secuaz del jaque mate. Que me tome con deseo, con toda esa experiencia de follar alegóricas musas. Que yo sea su única musa. Que juntos saltemos por el precipicio. Que haga salpicar mis muslos de tinta al comerme el coño como si recitara un poema rítmico, indescifrable y mortal, sin prisa. Que no conteste cuando le pregunte: "¿Qué escribes mi amor?" Tampoco al estulto "¿Me quieres?" Que nos oiga el vecindario discutir y hacer las paces, en ambos casos romperemos platos en la cocina. Que me lea historias de sus antepasados, poetas que murieron en calles solitarias. Que guarde una estrofa para mi despedida. Que esa estrofa duela. Merecedor de mi pintalabios, de mis medias de rejilla. 
Ya sé que todas las chicas piden principitos azules, altos, guapos, adinerados, fuertes, pero yo no, yo quiero un poeta, lo más gris posible. Húmedo papel higiénico por el suelo. Delicuescente fábula de la alta noche. 

Para eso soy una chica diferente a las demás. 

          Marcos H. Herrero.

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