Postal londinense.

La mañana estaba vestida de posibilidades

cuando el taxi nos dejó en la puerta del hotel. 

"Te mostraré el talento de tus deidades."

 Dijiste al pasar por el dintel.

Vimos patos y cisnes opalinos,

solemnes sobre un lago espejeante. 

Niebla en esos pubs clandestinos

donde se recupera el cansado viandante. 

También jardines con olor a eucalipto,

relojes puntuales, puentes que redimen,

y tesoros robados de Grecia y Egipto,

y a Sherlock Holmes resolviendo un crimen

La tarde apuraba el último té

de un día siempre nublado. 

Frente a Caravaggio susurré:

"Todo es posible si estás a mi lado."

Como el doméstico espejo 

de aquel matrimonio holandés 

confundo hasta mi reflejo,

la izquierda es la derecha, ¿o era al revés?

Está bien escrito en los bordillos,

me di cuenta mientras prendía un cigarro,

en Chinatown adornada con farolillos,

en Montmartre pintado por Camille Pissarro,

La noche servía cerveza sin espuma

a la salida de teatros shakesperianos. 

Quiero mezclarme - escribió mi pluma -

con la lluvia que resbala por tus manos. 

Hay crepúsculos tempraneros,

librerías de envidia y escalofrío,

viento que levanta sombreros 

y monstruos nadando por el río. 

Un verso de Lord Byron con sanguijuelas,

Virginia Woolf en la camilla del forense,

Trafalgar Square es galería de acuarelas

sobre un relámpago de postal londinense. 

"Niña medrosa no tengas miedo

al subir a la más alta de las buhardillas,

Como ves hasta en otra ciudad puedo

aplacar tus vociferadas pesadillas."

        Marcos H. Herrero.