El final.


Pasados unos días de mis 30
vuelvo a pensar en la muerte. 



Mi último día en la tierra será soleado,
las nubes volarán hacia el sur
llevándose el gris del cielo,
no moriré con aguacero
ni tampoco en París como aquel poeta. 

La muerte comprará barata 
mi vida en este mercadillo,
escribiré adiós y una postdata 
antes de hundir el gatillo. 

Humo feérico que sube desde el cenicero,
lágrima desmaquillante de payaso,
botella vacía en la barra del bar,
poema triste y mentiroso. 

Cuando mi corazón deje de latir
un estertor caerá en la almohada,
con mortaja blanca podré partir
hacia el infierno que es la nada. 

Antes de cerrar los ojos para siempre
he de decirle a la vida que fue fugaz,
luna derrengada, veneno de flores bellas,
tesoro hundiéndose en un mar enfurecido. 
Aun así agradezco los amores primaverales
que de tarde en tarde llamaron a mi ventana. 

Sabor a cobre y muladar,
epitafio en la tumba de un poeta. 
Pobres los que tengan que cargar
con mi ataúd por la cuneta. 

¿Cómo vendrás adorada muerte?
¿Con el beneplácito de un galeno?
¿Con un puñal por la espalda?
¿Tal vez con otro salto al vacío?
¿Te encontraré en una batalla,
o me esperarás a las afueras de la ciudad?
Ni traigo equipaje, ni suplicaré prórroga,
aunque el miedo recorra mis venas
con estremecimiento por no volverte a ver. 

          Marcos H. Herrero.

Comentarios

  1. Precioso, Marcos. Se nota que llevas tus latidos en cada uno de tus versos.
    Tu poesía de hoy me ha hecho recordar una frase del gran César Vallejo: "la tumba es todavía un sexo de mujer que atrae al hombre".
    Un fuerte abrazo.

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    Respuestas
    1. César Vallejo es uno de mis maestros, bueno, eso ya lo sabes. Hay algo de él en casi todo lo que escribo, se me hace muy difícil no recordarlo mientras estoy escribiendo, y más cuando lo hago sobre la muerte. "Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo..." Un abrazo Karima.

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