No soy lo que quieres.

Me gustaría ser más paciente, 

menos sincero,

sonreírle a la gente

mientras levanto mi sombrero. 

Me gustaría tener un empleo fijo,

una insignia en el coche,

y en la pared un crucifijo

que se haga el sordo cada noche. 

Me gustaría olvidar a ratos

quien fue un genocida,

el cuaderno con garabatos,

la fugacidad de la vida. 

Me gustaría navegar a favor del viento,

sin tempestades ni galerna,

vivir este estúpido momento

como si la vida fuera eterna. 

Domingos en parentela,

vociferar viendo el partido,

seducir a una damisela 

que no me dé por perdido. 

Pero yo no soy lo que quieres. Cargo con ojeras y problemas. El payaso triste ensayando en el espejo una sonrisa forzada. Para mí lo normal es la violencia, el descaro, cincelar otra muesca en mi pistola. Alejado de situaciones terrenales, vivo en sentinas y atracos frustrados, buscando una celda en el Parnaso que nunca tendré. 

Me gustaría levantarme sin resaca

al lado de Afrodita,

que el líquido de mi petaca

fuera agua bendita. 

Me gustaría escribir más y mejor,

ser afamado poeta,

dejar un mensaje en tu contestador

mientras cargo la escopeta. 

Me gustaría que este trasiego

economizara en desengaños,

apagar de un soplido el fuego

de la tarta de mi cumpleaños. 

Me gustaría fingir felicidad

como esa gente de las fotos,

que se casa sin tener edad

y tienen pinta de ignotos. 

Comentario futbolero de los lunes,

jefe displicente y horario de oficina,

el tedio está en los lugares comunes

que van desde el sofá hasta la rutina. 

Pero yo soy despedida. Apuesta al caballo perdedor, camino por la carretera haciendo autoestop. Mi esqueleto duerme poco y mal, está dolorido, se acuesta tarde y enseña el dedo corazón a los ignorantes que creen haber alcanzado la felicidad. El fracaso inspira más que el Olimpo. La poesía se inventó para ser cantada en tabernas efímeras sobre un sonido de lluvia. 

           Marcos H. Herrero.