No confundáis yo conmigo.



Soy escritor de primera persona, creo que cualquier historia se vuelve difícil al escribir la palabra "YO", y busco eso, la dificultad de la sintaxis, no gusto de la omnipresencia de los escritores de tercera persona que saben al momento todo lo que pasa por la cabeza de un personaje, sus sentimientos, sus miedos, que van de un lado a otro del relato y todo lo ven y todo lo saben. Yo no soy así, escribo lo que veo sin leer el pensamiento de mis personajes cual adivino suburbial, pero esto no quiere decir que mis poemas sean todos verdad. Me explico. Vamos a caminar por la calle, una calle de acera ancha, con camellón ajardinado. Son las once de la mañana, algunos niños salen al primer recreo, los cajeros de los bancos arden, furgonetas de reparto en doble fila, las gestorías desprenden ajetreo, igual que las oficinas municipales y los centros de salud. Nosotros caminamos impasibles y lentos, observando todo alrededor, madres cargadas con bolsas de la compra, ropa tendida en los balcones, abuelitos viendo las pocas obras de la ciudad, y carteros que llaman más de dos veces. Descansemos un rato, ven, te invito a un café, el bar de la esquina es estupendo, tiene unas cristaleras enormes por donde se ve el mundo magníficamente, allí escribí hace mucho una entrada, Relámpagos de cafetería, ¿te acuerdas verdad? Claro, si tú eres fan. 

Para mí un cortado corto de café y largo de leche, y una botella de agua del tiempo por favor. Tú pide lo que quieras, yo invito. 

Aquí vengo muchas mañanas, se respira un ambiente entristecido, no sé, somnoliento diría. Los jubilados hablan de fútbol,  mas cuando llevan dos vinos pasan a la política, las cajeras del súper disfrutan de su media hora libre, comentan cómo va la mañana, los estudiantes beben Red Bull (esto es publicidad, espero que manden un par de latas que me den alas en mis noches de desvelo) rodeados de carpetas y folios, temiendo exámenes finales. El pulso de la ciudad. ¿Ves esa pareja de la mesa del fondo? Disimula, no mires de repente. Parecen enamorados ¿verdad? Tienen los móviles sobre la mesa, aunque ella mantiene el suyo con la pantalla hacia abajo, quizá oculte algo, como no soy omnisciente, no lo sé. Si fuera novelista inventaría una historia, sobre dos enamorados que, en una cafetería del centro, preparan un viaje, pasado, presente y futuro pasaría por mi pluma, así como vaticinios o pensamientos; eso sería lo fácil, lo difícil está en no saber lo que ocurre en la cabeza de tu enamorada, y ahí entra en escena la poesía. Pero, ¡Maldición! Ni soy escritor de tercera persona, ni nosotros estamos en ningún bar mañanero, ni hay parejas que preparen una huida. Tal vez tú estés leyendo estas palabras en la pantalla del móvil mientas el profesor platica sobre universos que no te interesan, o en un descanso de tu trabajo, quizá en el ordenador, envuelto, envuelta en el calor de tu casa, quién sabe qué te habrá traído hasta este Relámpago. 
Sin embargo, yo confío en que hasta aquí te haya traído un viento llamado sintaxis, que no leas esto por cotilleo o por saber si aún sigo vivo. ¿Te fijaste cuando tomábamos café? Cada dos por tres recibo correos o mensajes de gente, en su mayoría anónima, diciendo: "Enhorabuena por casarte en Las Vegas." O "Jódete que no puedes dormir por tener la conciencia sucia." Pobres, dejan pasar la fantasía de los versos, no suben a esas estrofas que llevan lejos de los días laborables, creen que tengo la conciencia sucia cuando en realidad lo que tengo sucio es... Ahora que recuerdo, si nunca hemos tomado café, tan sólo estamos dentro de un Relámpago contradictorio, como todo lo que escribo. 

Porque escribo para ti, pidiéndote que naufragues en mi letra, que te dejes llevar, que pienses. Deja a un lado si soy tal o cual persona, si disfruto un desamor o si sufro una felicidad inmensa, eso es lo de menos. Estamos aquí para darle importancia a la palabra bien escrita, a la buena sintaxis, lo de follar viene más tarde. Siempre exageré mis ideas y mis sentimientos, a veces para bien, otras veces para mal, de un drama hago una tragedia absoluta, y de un poco de alegría unas carcajadas retumbantes. Soy un escritor que escribe YO, al que no hay que confundir conmigo. Quiero que disfrutes mi poesía, que un verso te lleve a una playa desierta, que cure alguna herida, que se lleve tu soledad. Ya lo escribí hace tiempo, esto no es Telecinco. Yo, cuando leo a César Vallejo, no lo hago por saber de sus desmanes con Otilia Villanueva, sino porque sus versos crean en mí una emoción profusa. Ojalá un Relámpago te acerque a algo parecido. Entonces, ¿qué hay de ti en todo esto? Digamos que pido el café de la manera arriba indicada y que alguna frase de este blog sabe más de mí que yo mismo, quien me conoce sabrá. Elijo los temas de las entradas porque en ellas vive parte de mi sensibilidad, o por ensalzar el arte de autores muy superiores a mí, de los que todos debemos aprender, pero no porque sean verdades inmutables de mi vida. Y como los poetas están para llevarles la contraria, contradeciré a Sabina para decir que: Ojalá quien visite este blog no sea lego en Shakespeare ni en Sor Juana. Búscame por esta sintaxis delicuescente, no por marujeo, va a ser peor para ti. Ahora vete, desconecta la pantalla, que ya pago yo el café. 

           Marcos H. Herrero. 


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