Aquel que un día fui.










Lo veo en una calle deshabitada, muy de mañana, camino del trabajo. Sonriente, tierno, pero con una tristeza que el mundo, injustificable, le hizo cargar sobre sus hombros. Fuma un cigarro y piensa en el último verso de un libro nocturno, que su vida cambió. Lo veo claramente, muy correcto con los semáforos. Desviviéndose por causas perdidas, por personas malas, por amores que nunca le sostendrán la mirada. Ahora camina por la oscuridad de una tarde de invierno, mucho más deprisa que en tiempos pretéritos. Atávico. Ya con un trabajo no le basta. Los días se hacen cortos. El aburrimiento y la monotonía desgastan, también un amor no correspondido. Por eso huyó a Roma. Allí nos encontramos, en la estación de Termini. Él llevaba gorra negra y había vuelto al vicio de tabaco. Me enseñó cuadros de Caravaggio, delante de los cuales lloró. Un Moisés cabreado y bello, más hermoso que ninguno. Unas escaleras donde emborracharse. ¿Lo volveré a encontrar algún día? Aquel que se demoraba en los abrazos. El que caminó desnudo por una alegría infantil. El que descifró tu cuerpo. El que quiso pero no le dejaron. El de la sonrisa inocente. Quien a menudo cree reconocerte entre la multitud de un metro desfondado. Aquel que nunca se rindió, por mucho que la vida descosiera su corazón. El de la curiosidad dañina e imparable. El que se entregó a tu sabor, a tu sabor acre, de lencería a estrenar. El que te hizo llorar para luego secar tus lágrimas con cariño. Aquel que caminó con ojos cerrados por los senderos espinados del amor. El frenopático. El lector. El de la desmesura. Quien te reprochó por celos. Quien no duerme contigo por miedo. Quien no dejará de querer. De quererte. Aquel que baila mal en las fiestas. El de la borrachera de carcajadas. Aquel que cometió todos los errores y supo pedir perdón. Aquel que un día fui.

      Marcos H. Herrero. 

Comentarios

  1. Como te decía en la entrada anterior, cuentas con tu pluma. Ahí es nada. Cada vez que empiezas un poema, comienzas otra sesión de exorcismo. Porque todo acto de creación literaria es un medio sagrado para expulsar fantasmas.
    Otro abrazo, Marcos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Tormenta de mayo.

ESCRIBIR UNA PRIMERA NOVELA Y EL RUIDO QUE NOS SEPARA.

Al arte que me ha dado tanto.