Allons enfants de la Patrie.




Una de las cosas más increíbles que me han pasado en la vida fue caminar por París. Es una ciudad absorbente, efébica, viva. Quedé impresionado, sus contraventanas, sus tejados, esos edificios, todo parece más bello en París; la luna, el frío, una mañana. Como buen paleto que soy, lo que más me fascinó fue su gente, la manera de caminar por el metro, sus miradas, la tolerancia, la amalgama de culturas viviendo relativamente en paz. En la ciudad donde vivo es muy difícil ver eso, allí no, pasas por un parque y como en cinco o seis pasos puedes cruzarte con hindúes, rusos, africanos, franceses, judíos, maricones, vagabundos, argelinos, pobres de solemnidad, chinos, nadie se fijará en ti, la convivencia es total, lo que hace de París una gran capital. Recuerdo que fui una semana después de los atentados de Charlie Hebdo y en el aire lacrimoso de la ciudad se podía respirar unión y libertad. Me marcó mucho, más que la belleza del Sena o Notre Damme o el sagrado corazón. Por eso caminar por sus calles fue una experiencia única, vital, que cambió mi manera de ver la vida. Volví a España sin poder explicar muchos sentimientos, soñando con volver a París, perderme entre su gente, aspirar el aroma de cada cultura. El destino hizo que aún no haya vuelto, pero jamás he dejado de soñar con esa ciudad de gárgolas abuhardilladas que tanto me inspiró. 

Ahora Ella está herida, las lágrimas son inevitables, el dolor tangible, la rabia a flor de piel. Sólo queda recuperarnos, seguir unidos, caminar hacia adelante. Sé que París podrá curar estas cuchilladas, aunque dejen cicatriz, aunque lleve tiempo. Mi corazón no es sagrado, pero está contigo. 




Ojalá no existieran los dioses,
ni eso que llaman religión.
Tampoco el roto que descoses
cuando subes el mentón.

Ojalá no existieran las balas,
ni las metralletas, ni el dolor.
Ni el ruido que hacen las alas
de los muertos por rencor.

Pero el mal existe y está aquí,
es una mala idea que abrasa.
Hoy el mundo llora por ti
desde Siria hasta mi casa.

La libertad como estandarte,
aún triste, agujereada y malherida.
Sólo tú podrás levantarte
al son de una Marsellesa compungida.

En marcha, hijos de la patria,
ha llegado el día de la gloria.




    Marcos H. Herrero.


Comentarios

  1. Emotivo homenaje, Marcos. Te felicito.
    Es espantoso lo que estamos viviendo. En la retina me quedo con la imagen de las impresionantes colas de hombres y mujeres que han acudido hoy, espontáneamente, a los hospitales a donar sangre para los heridos. No ha sido sangre contra sangre. Ha sido algo mucho mejor: generosidad contra odio y barbarie. Gente de bien unida en torno a los mismos valores humanistas.
    Un fuerte abrazo.

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    1. La peor entrada de mi vida. Ojalá hubiera podido escribir algo más bello. Ojalá el poema llegue a París. Ojalá no existieran los dioses. Aquí estoy, sin dormir desde anoche. Ha sido horrible, una barbarie intolerable en una ciudad hermosa. Nos quedaremos con lo que has comentado, esa gente anónima y entregada ayudando a sus semejantes. La verdad es que los actos de solidaridad conmueven. Espero que esto no quede en poner la bandera de Francia en las fotos de perfil de Facebook, que sea algo más: sangre derramada, sangre restituida. Un fuerte abrazo Karima.

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  2. Es cierto. De ahí el ojalá. Deberíamos matar antes dioses que personas. Porque para la inmortalidad y el sentimiento de insignificancia ayuda más un vecino que un dios. Saludos.

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  3. No tengo la suerte de conocer París, pero he leído Los Miserables, de Victor Hugo. Fue publicado en el año 1862 y ya se ve en esa excelente novela que era una gran ciudad, seguro que de las mayores de Europa -si no la mayor- en aquellos tiempos.

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    1. Y este escrito "Allons enfants de la Patrie" me ha gustado.

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