A un tronista.





Hay una cosa que odio por encima de todo: los tronistas. Y ya no esos que salen por la tele, a fin de cuentas ellos cumplieron su objetivo y les pagan una pasta, sino los sucedáneos. Los subnormales que quieren parecerse a alguien tan bajo. Los de la inseguridad recalcitrante. En mi barrio cada día hay más. Caminan por la calle convencidos de ir a la última moda, posando para la foto, con sus cejas depiladas y su mente vacía. Selfielíticos de paroxismo ajustado. Cuesta creer que exista gente tan superficial. ¿Cómo alguien puede elegir esa vida con la cantidad de libros, museos, arquitectura, cuadros y ventanas que hay en el mundo? Incultura aceptada y de la que se jactan, que no soporto, mas cuando va regada con dietas de gimnasio, haciéndonos creer que agarran mancuernas porque se quieren mucho a sí mismos. Pues si tanto te quieres agarra un libro y cuida tu mente, es lo único que te hará distinto a los demás. Al final los raros serán los que escriben, crean, pintan, leen y se preocupan por preservar una cultura a veces demasiado elitista. Ojalá encuentren su personalidad y dejen de imitar a esa farándula repugnante. Estos versos quieren traer a alguno de vuelta, es una lástima que no sepan comprender. 



Haciéndose fotos en el espejo
de un gimnasio a medianoche,
el tronista luce un entrecejo
pulquérrimo cual fantoche.


Hombre con escote de mujer,
no doy por él ni un centavo,
pues lo único que sabe hacer
es pesar la pechuga de pavo.

Prohibido hablar de libros y cultura,
¿quién fue Velázquez, quién Cicerón?
Preguntará su cerebro en miniatura
que sólo entiende de proteína y reggaeton.


Le sobra pinta de torero cobarde,
le faltan dos tallas de camiseta.
La inseguridad se vuelve alarde
con tanta gomina y tanta dieta.


Teleñeco de bolo por discotecas
alternando con chonis y Paquirrines.
Qué bien se vive sin las jaquecas
de descubrir el mundo y sus confines.

Ostentoso que no conoce museo,
la belleza, a ratos perversa,
hace que el tronista se crea feo,
de ahí esa pose viceversa.

El esperpento es este mundo horrendo
donde jóvenes buscan personalidad.
Cuando pongo la tele comprendo
que en la ignorancia está felicidad.


      Marcos H. Herrero.

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