Sobriedad.



Llevo un tiempito caminando recto por la acera. Todo lo veo más claro; derrota, abismo, melancolía, mis ojos no se entornan, y ya estoy harto. La responsabilidad se acumula en los hombros, no me trabo al hablar; es difícil encontrar belleza o sorpresa en estado sobrio. El mundo es menos divertido a ras de suelo, sin un trago que me haga levitar el dolor duele más. Serias conversaciones, negro porvenir, y ni una resaca que informe de que estoy vivo. Risas y humo en la puerta de los bares. Locuras encerradas en una botella. Pero eso se acabó, esta noche saldré a beber, necesito un trago, necesito respirar el humo de la terquedad, volver a casa tropezado y pelearme, entre risas, con el cerrojo de mi puerta. 

EL ALCOHOL QUE PRIVÉ. 

 Para Bukowski, con toda mi borrachera. 

Otra cervecita, tenga la bondad,
aún no estoy muy borrachín,
y diciendo la verdad, mi ebriedad
provoca más que tu carmín. 

Póngame un chupito de tequila
¡Viva México y la mezcolanza!
Hasta que se encoja la pupila,
hasta que me quede sin fianza. 

Mañana resaca con cafés,
de mi cama echaré a una miss. 
Lo único que sé decir en inglés:
Give me another, please. 

Para la sed: Pacharán Etxeco,
y si no quiere ser un infeliz,
beba Macallan a palo seco,
o Jägermeister con sabor a regaliz

Como los Parroquianos
del bar de la esquina,
que liban elixires paganos
bajo una luz ambarina. 

¡Cuánto sexo, cuánta libido!
Creyendo que la fea era bella.
¡Cuántos besos han existido
por descorchar una botella!

El ibuprofeno será la escapatoria
que mesure el alcohol que privé. 
Sepa que ninguna buena historia 
se ha escrito tomando el té. 
   
                     
 Saliendo de la clínica de desintoxicación. 
                Marcos H. Herrero. 

Comentarios

  1. Genial, como siempre. Lo bordas.
    ¡Qué grande es usted, D. Marcos!
    Un fuerte abrazo.

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