Equinoccio.





En muchos lugares encontré al amor. En el asiento de atrás de un coche, cuando éramos niños y buscábamos rincones oscuros donde creernos aprendices de Afrodita. En las apergaminadas manos de mi abuelo, que acarician el brillo de una foto antigua. En la poesía que trae escalofríos. En los libros que huelen a polvo, a vino, a veneno. En el humo del tabaco caduco allá por las cinco de la mañana. En las olas nocturnas de un mar apagado, viendo luces de barcos lejanos. En echar de menos a ese chico rebelde, irresponsable y repeinado que un día fui. En el barullo de una escalera romana, y en las calles abuhardilladas de un París lleno de frío. En un bofetón que merecí. En nuestra sombra sobre la cocina. En mis gatas, que ahora mismo persiguen lágrimas de lluvia en el cristal. Porque el equinoccio espera detrás de las cortinas y el campo está a punto de cambiar, las noches se hacen igual de extensas que los días, y el frío y la humedad asoman por la claraboya, haciendo desempolvar abrigos y bufandas que aprietan demasiado. Periodo lleno de ocasos parcialmente tristes. Letanía septembrina que no vale para nada, ya que por mucho que escriba, mi temido octubre viene con un cuchillo en la mano, y el pasado continúa riéndose desde una canción que araña, o un perfume seductor, nocivo. Ayer es irresoluble. Pero aún me queda tu lánguido regazo: lugar donde recuerdo quien soy; el presente, sacudiendo el miedo a salir a la calle, con retos y esperanzas, en su mayoría, falsas, incluso eso que llaman futuro, quebradizo casi siempre, donde espero encontrar al amor; en tu risa, que alegra cualquier tarde. En pecados que se compran. En las notas de un bandoneón, bailando tango con caderas sensuales. En el papel donde escribiré los versos de tus besos. En cuidar tus pesadillas espasmódicas de agujas afiladas. En el revolar de las palomas sobre un jardín alfombrado con hojas marrones. En el corcho de las buenas botellas de whisky. En esta desparramada mediocridad, que a veces me pone orgulloso. En decir te quiero cuando no me escuchas. 

      Marcos H. Herrero. 


Comentarios

  1. Bello texto, es un poema.

    mariarosa

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  2. ¡Cómo no te van a perseguir las fans! Lo que escribes y cómo lo escribes es pura belleza.
    No te lo creerás, o sí porque somos amigos, pero cuando he visto en el calendario, hace unos días, que octubre amenazaba de nuevo, me he puesto triste pensando en el dolor que provoca ese mes para ti. ¡Ojalá ese desgarro se atenúe con el tiempo! Te quiero mucho, pero eso lo sabes.
    Un fuerte abrazo, Marcos.

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    Respuestas
    1. Aunque octubre acuchille no me rendiré, tengo un amanecer y una sonrisa, también dudas, curiosidad y planes, como seguir escribiendo para gente como tú. Muchas gracias Karima, por todo, de corazón.

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  3. Hacía mucho que no releía esta entrada. Sí, releía, porque a veces bucear entre tus letras me libra del tedio de una mañana sin otra cosa que hacer que esperar que el tiempo pase. Y vaya si pasa. De nuevo otoño. Gracias por acompañarme cuando nadie más lo hace. No cejes en la escritura, querido Marcos, pues aunque imagino que te supone un esfuerzo enorme, tienes aquí a tus incondicionales. Un abrazo

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