Soy un Hombre-pájaro.




Quiero ser un hombre-pájaro, y además tener súper poderes. Actuar de 8 a 10 en el teatro St. James de Nueva York. Poner y quitar música a mi antojo. Amedrentar a la crítica más despiadada, a ser posible un pelín borracho. Partir el labio a un actor de moda, no pagar a los taxistas, reírme de mí mismo, de los demás, y saltar desde una azotea. Todo ello rodado en un plano secuencia falso, si no es mucho pedir. 

Birdman es una obra maestra. Lo tiene todo. Director habilidoso, actores sublimes, surrealismo de última generación, música presencial, fracaso, demencia, crítica, crítica a la crítica, marihuana y un hombre-pájaro. 
Podría haber puesto una reseña en la página de Facebook, como hice con Interstellar, pero disfruté tanto viéndola que aquí está, en entrada propia, porque Birdman se merece esto y hasta algún que otro Óscar. 

¡Qué actores! Empezando por Michael Keaton, pluscuamperfecto, fabuloso, endomingado, taxativo. Siguiendo con Edward Norton, estado: siempre erecto, interpreta a un actor que sólo brilla en el escenario, como yo en este blog, que es el único sitio donde puedo ser yo mismo. Y acabando con Emma Stone, choni de ojos que da la patita a cambio de un premio. Si es que hasta Zach Galifianakis está increíble. 

¡Qué invención! A Riggan Thomson le persigue su alter ego, llámalo hombre-pájaro, llámalo chiste con plumas, un superhéroe ochentero al que Riggan interpretó en tres películas. Esa vocecita interior llena de locura, que siempre nos lleva por el mal camino. Sin Facebook, ni Twitter, ni blog, ni todas estas mierdas tecnológicas (ya sé lo que estás pensando, ¿cómo puede decir esto un aprendiz de escritor que escribe en un blog y tiene página de Facebook? Ya en la anterior entrada (Motivos) mencioné a Óscar Wilde, que también decía "La moralidad del arte es hacer un uso perfecto de un medio imperfecto". Además, si no escribo por aquí ¿dónde voy a escribir? Si esta letra impostora no la quiere ningún papel. El actor fracasado intenta ganarse el respeto del público escribiendo, actuando y dirigiendo una obra de teatro en Broadway, que le llevará a pasearse en calzoncillos por un Times Square en hora punta. ¿La obra? What we talk about when we talk about love de Raymond Carver. Sólo añadiré que todo esto acaba siendo Trending topic. 

¡Qué mareo! Virtuosismo llevado hasta la nausea, coreografía perfecta, y una cámara que va desde los pasillos de las bambalinas, los camerinos, las tripas del teatro (¿o esto es la propia vida de Riggan?) hasta el reflejo de las candilejas en el proscenio, seguido de una azotea donde alguien no quiere saltar, como en Y de repente no me maté, ¿os acordáis? Qué os vais a acordar si esto no lo lee nadie. 

Tan sencillo como excelso. Tan complicado como corriente. Y que le den por el culo a la forzada Boyhood, no sé vosotros pero yo ya estoy harto de la historia americana, no saben que inventar para hablarnos de sus malditas políticas. Que le den a Nixon, a Bush, a Obama y a sus putas guerras, y no me lo ablanden con la historia de una familia rota, grabada con el paso de los años, porque entonces es cuando me pongo enfermo. Soy un Hombre-pájaro coño (graznido). Abajo el telón. 






     Marcos H. Herrero. 

Comentarios

  1. Tú sí que te mereces un premio por la pedazo de crítica que has escrito. Si dices que es una obra maestra, habrá que ir a verla sin falta. Te debo muchos títulos que me recomendaste y luego me maravillaron.
    Por cierto, ¿Te digo de que iba “Y de repente no me maté”?
    Otro abrazo, Marcos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Licencia literaria, sé que puedes decirme de qué va Y de repente no me maté, al fin y al cabo, tú me ayudaste a no saltar. Espero que te guste la peli, ya me contarás. Un fuerte abrazo Karima.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Al arte que me ha dado tanto.

ESCRIBIR UNA PRIMERA NOVELA Y EL RUIDO QUE NOS SEPARA.

Un camino diferente.