Motivos.






ESCRIBIR. 

              "Escribo sólo por matar las tardes"
      (J. Sabina)


Hay escritores que escriben por desquite, otros lo hacen por dinero. Por amor algunos. Pocos por enseñarnos. Yo no lo hago ni por lo uno, ni por lo otro. Tengo muchas pérdidas, pero no las restauro escribiendo. Muy poco gané con mi letra, de hecho no creo que un día pueda vivir de la poesía. Por amor leo, mucho, todos los días, a todas horas, mas no escribo por ello, amo toda la literatura menos la mía. Y, por supuesto, admito que no puedo enseñar mucho con mi letra. 
Mi motivo para escribir es la venganza. Venganza hacia ese profesor de colegio, carpetovetónico, deprimido, salesiano, que confiscaba mis libros y de su boca amarilla salían palabras como "desperdicio", "mediocre". Hacia esa novia que me cambió por un imbécil solvente. Hacia ese trabajo que no conseguí por ser demasiado ¿estúpido? 

Y bien, todo esto de la venganza ¿sirve para algo? Pues no. La escritura no es un arma arrojadiza que pueda hacer daño a quien más odiamos. El profesor de literatura seguirá creyendo que eres un analfabeto porque los análisis morfosintácticos te salen fatal. Tu novia no va a volver porque escribas un buen verso, para ella sigues siendo un gilipollas. Y en cuanto a detentar un trabajo remunerado mensualmente, mejor olvídate. Para tener todo eso has de laborar día a día, hacer los deberes del colegio, dar la razón a tu novia o meterle la lengua por el culo a tu jefe. O quizá ellos tengan razón. Quizá nunca voy a ser un buen escritor por no hacer bien los análisis morfosintácticos, quizá mi chica se marchó con alguien más brillante, y quizá ese puesto de trabajo lo ocupa una persona competente. 

Y entonces, ¿para qué la venganza de escribir? Pues porque acaricia, más a los fracasados que a los exitosos. Porque la letra te hace olvidar las malas notas, a tu nena, que a estas horas debe estar follando con la solvencia, o a esa execrable niebla que susurra que nunca vas a llegar a nada. Además, te voy a confiar un secreto. ¿Sabes lo que hace mi profesor de literatura mientras corrige exámenes prefabricados, o mi ex después de echar un polvo con alguien que nunca soy yo? Encienden el ordenador para hacer clic en Relámpagos, sí, aquí donde está usted. Leen, disfrutan, maldicen, aprenden, me lo ha dicho un nigromante que tengo contratado. 

Y podía haber sido mercader de novedades, o vendedor de Biblias, será por labia. Pero elegí ser poeta, llevo derrota y versos y fracaso en las venas. Los motivos de arriba son todos falsos, como dijo aquél maricón inglés, noctívago y elegante del siglo 19, "Todo arte es completamente inútil". Mi motivo es la venganza, pero ni para eso vale esta letra desteñida. 

BEBER. 

Los motivos para beber son casi siempre absurdos, y como todo lo absurdo en la vida, son necesarios. ¿Qué sería de mí sin la borrachera del viernes, sin el pegajoso aguardiente, sin la cerveza entre horas? Siempre he pensado que derrota, derrumbe y alcohol van unidos a la buena escritura. Ahí tienen a Poe y Baudelaire, a Jack Kerouac y Bryce Echenique, a Sabina y Gil de Biedma. Embriagados irredentos, que sin licores no habrían escrito nada. Muchas grandes obras de la literatura, de la poesía, se las debemos al alcohol. 
Ese es mi principal motivo para beber, encontrar frases y versos en una nube etílica, como a través de un tragaluz de una buhardilla mareada. Que los brebajes fermentados me unan a escritores beodos, a los versos torcidos de una risa tambaleante. 
Lo demás son pretextos mundanos; librarme de la presión que no deja respirar, ver distorsionada la realidad de este maldito mundo, reír a carcajadas, volver a casa lento y haciendo eses y tantos etcéteras por los que agarramos el vaso. Beban y disfruten, es el mejor consejo que leerán en este alcoholizado blog. 




      Marcos H. Herrero. 




Comentarios

  1. Parece claro que la estupidez de tu profesor (también hay analfabetos por vocación) y sus intentos de condicionamiento no hallaron respuesta y yo que me alegro.
    Con cierta simplificación por mi parte, diferenciaría dos tipos de escritores: unos, para los cuales hay en su vida una parte que ocupa la literatura; otros, para los cuales la vida parece ser en su totalidad literatura. Los primeros son escritores que trabajan metódicamente, con horarios definidos; la vida por una parte, la literatura por otra, porque hay una evidente disociación. Los segundos no tienen hora: hacen literatura cuando escriben y cuando no escriben, cuando sufren y cuando le echan humor a sus circunstancias, porque su vida se define por su literatura. Cualquier lector atento de tus Relámpagos tiene la inmediata experiencia de que en ellos no hay distinción entre vida y literatura, y eso aunque ignoren cosas concretas de tu vida. No podías haber sido otra cosa que Poeta con mayúsculas, porque tu vida no es más, ni es nada menos, que la entrega a tus versos. No hables de letra desteñida. Amo la literatura MÁS la tuya.
    Un fuerte abrazo, Marcos.

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    1. La verdad, me dejas sin palabras Karima. Como te he dicho en alguna ocasión, pese a mi vértigo, espero estar a la altura. Soy de los del segundo grupo. Te confieso que mi plan, o mi sueño, es escribir dos libros, uno de literatura, espeso, lisérgico, sobre algunos episodios de mi vida, y otro de poesía, chiquito, hermético, que nos lleve a lugares donde nunca hemos estado, donde nunca estaremos. Desde luego que tus comentarios me ayudan a conseguir esa utopía. Muchísimas gracias.

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