¿Qué quieres ser de mayor?


"Se escribe por la imposibilidad de matar o de matarse."
     E. M. Cioran. 


El otro día leía ensimismado en el sofá un libro sobre crímenes imperfectos, Benjamín Black. Mi abuelo pasó al lado, farfullaba algo sobre las pensiones, ya saben como es la gente mayor, y su perfume me recordó a una mañana de mi infancia que llegué tarde al colegio. No pude leer más. 

- Y tú Marcos ¿qué quieres ser de mayor? - El profesor ya le había hecho la misma pregunta a todos los niños de la clase, sólo faltaba yo, había llegado el último. Hubo respuestas de todos los colores: policía, bombero, médico, astronauta, actor, profesor, e incluso algunos, mis amigos, nosotros, los de la escala social más baja, los que aunque soñar sea gratis preferimos optar por sueños de semisótano, habían dicho albañil o camarero, lo cual provocaba una risa sardónica en el jefe de estudios, encantado de saber que en el futuro seguirían existiendo camareros que dispensaran Gin-tonic, y aguantaran sus comentarios después de la cuarta copa. 

- Y yo qué sé - contesté. Mis compañeros reían alborozados. 

-  Bueno, algo tendrás en mente ¿no? - el ojiplático profesor volvía a la carga. 

- No pienso en esas cosas. - Mentí. - ¿Vagabundo tal vez? ¿Trapecista? ¿Actor porno? - la clase estalló. A cada oficio que yo decía mis compañeros gritaban más y más. El profesor mandó callar mientras yo seguía enumerando trabajos inverosímiles. 
Nunca entendí por qué cuando un niño dice que quiere ser futbolista, político o cantante se le aplaude y cuando quiere ser payaso de circo, buhonero o limpiabotas la gente se sorprende y todo su alrededor le insta a que cambie de opinión. Así nos va. 
Yo sabía de sobra lo que quería ser en la vida, no lo dije para no levantar aún más risas en mis compañeros. Escritor, imagínense, el niño con peores notas dice que quiere ser escritor, lo mucho que se hubieran reído. Pues sí, mientras los nenes soñaban con ser doctores, abogados, y las nenas con ser profesoras, modelos, yo soñaba con poesía, escondiendo un libro debajo del pupitre, El señor de las moscas, El guardián entre el centeno... (Lo recuerdo perfectamente). Me veía rodeado de papeles en una desordenada buhardilla parisiense, pelo largo, barba, una semana sin duchar, creando personajes a medida que apagaba cigarros en un cenicero rebosante, improvisado. Vería la Torre Eiffel lejana, lejana, y mis amantes se contarían por docenas. O comprando mis libros para subir las ventas, en imprentas donde nadie me conocería, como Fitzgerald, sacaría mi obra de un anaquel polvoriento, haciendo algún comentario gracioso al despistado librero. Pero claro, como va a decir eso un niño. 





Demasiados diplomas en la pared, silencio, limpieza, mohines, un diván incómodo, refrescos en vasos de poliestireno, no puedo creer que la gente pague por esto. 

- Marcos, ¿qué quieres ser de mayor? - Mi psicoanalista se esforzaba por ser complaciente. 

- ¿De qué se supone que tengo cara? ¿Repartidor de pizzas tal vez? -

- No intentes ser sarcástico, ya sabes por qué estás aquí. -

Tenía razón, después de lo que hice tres noches atrás, bien poco era estar tumbado en ese diván. Volví a mentir. Le hablé de un trabajo remunerado, de ocho horas, de volver a casa, donde con suerte me esperaba una mujer, un perro y un fabuloso jardín trasero que trabajaría las tardes de primavera. 
Me cuesta hasta escribirlo. ¡Qué iba yo a querer eso! Ni mucho menos. Quería tachar palabras, tirarme de un puente con piedras en los bolsillos, a lo Virginia Woolf. Volverme loco en la habitación de un motel de carretera, revolver cargado y sin seguro, hundiendo desesperado las teclas de mi máquina de escribir. Morir borracho y febril en un hospital de tercera como Poe. Saltar desde un noveno piso y sobrevivir, como Charlie García. Si le hubiera contado eso a mi psicoanalista (¿o era psiquiatra?) no estaría escribiendo estás líneas desde un motel perdido llamado Las Vegas. Espero no dar vida al revolver para dar muerte a mi falta de ideas, sería una pena manchar el papel pintado de las paredes o esta suave y agujereada moqueta. 

Mi primer trabajo fue camarero, semisótano onírico, en uno de esos bares que pretenden ser más de lo que aparentan, madera, luces bajas, cómodos taburetes, barra esmerilada, todo muy estroboscópico. Una tarde mientras secaba copas enormes, un parroquiano de gafas torcidas me preguntó. 

- Y tú, ¿qué quieres ser de mayor? Porque no pretenderás pasar tu vida en un bar. 

Y yo vuelta a mentir. Retahíla de frases hechas: "estoy muy a gusto aquí", "tal y como está la cosa", "voy a hacer un curso de Gin-tonic". Etcétera etcétera. 
Vamos a ver ominoso derviche, mírame a los ojos, ¿ves esa chispa que esconde mi mirada? Se llama inteligencia, curiosidad, significa que el mundo es mío, ¡qué voy a ser un barman frustrado que diga a todo que sí para después añadir señor o señora! Yo no sueño como tú con loterías que nunca ganaré, soy objeto de estudio, tomo café a lo De Niro en Erase una vez en América, camino del brazo de putas bizcas y calvas, de a cinco francos, como un poeta que escribió unas flores deslumbrantes y malignas, del que usted ni habrá oído hablar. Aquí debajo dejo una foto del susodicho, por si ha captado algo de mi curiosidad. Recuerde, un escritor puede ser todo lo que se proponga, así que acábese la copa y ¡largo del bar maldito profesor!







ESCRITOR. 

Patólogo mirando otra fría etiqueta
que cae del dedo gordo de un muerto. 
Monja inocente retenida en aeropuerto
por esconder un vibrador en la maleta. 

Te lo diré antes de que choque el percutor:
Ni curas, ni toreros, yo quiero ser escritor. 

Un rabioso tachón en tu diario,
miope francotirador de azotea,
Quijote cenando con Dulcinea,
la foto en el corcho del sicario. 

Reparto papeles de "se busca editor". 
Alguien murmura "quiero ser escritor". 

Animista en Darfur, catador de veneno,
vencido por la mafia a la ruleta rusa. 
Mi última mirada será para Medusa
cuando me halle desvalido, sereno. 

Si caigo, si esto no es más que otro error,
fracasaré sabiendo que quiero ser escritor. 

Entrometido con traje a medida,
pasos nerviosos en el piso de arriba. 
Coronel que no tiene quien le escriba
una carta con olor a despedida. 

No hay nadie que me baje este calor,
así que déjenme, yo quiero ser escritor. 


      Marcos H. Herrero. 

Comentarios

  1. Tiene un ritmo perfecto. Obra maestra. No dejo de admirar sus escritos. Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. De pequeño soñabas con tu paraíso y te has convertido en un pedazo de escritor, Marco. Claro que sí, muchas veces me recuerdas la genialidad de Baudelaire. El día que publiques un libro, házmelo saber por favor.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Publicar un libro será difícil pero no dudes que en cuanto lo haga tendrás un ejemplar en tu puerta, y dedicado 😉
      ¿Qué sería de un escritor sin las personas que lo leen? Muchas gracias a ti Karima, por tu tiempo, tus palabras y tu sensibilidad. Un abrazo muy fuerte.

      Eliminar
  3. ¿Qué quieres ser de mayor?. En muchos casos se siguen derroteros muy diferentes, opuestos incluso de los que se habían planeado. Con internet, ser escritores o escribidores está al alcance de todos. Ser buenos solo lo consiguen unos pocos.

    ResponderEliminar
  4. Me ha gustado mucho. Un saludo

    ResponderEliminar
  5. excelente!! tengo la dulzura de reconocer lo que lo es. perfecto me ha gustado, aun en mis redondeces para expresarlo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Al arte que me ha dado tanto.

Tormenta de mayo.

ESCRIBIR UNA PRIMERA NOVELA Y EL RUIDO QUE NOS SEPARA.