No fueron tantas.
Hubo tantas que se creyeron princesas
cuando caminaban por la calle de mi mano,
aladares naranjas, falditas escocesas,
el sortilegio barato de un perfume pagano.
Recuerdo ese tiempo que abrasa
cuando crees que todo comienza,
acabada la tarde volvíamos a casa
cargados de duda y de vergüenza.
En lo oscuro nos pasábamos el canuto,
la única manera de besar su saliva.
Los antiguos amores de instituto
ahora parecen náufragos a la deriva.
Mi primera novia se llamaba Helena,
su belleza no comenzó ninguna guerra,
me duró tres días y fue una pena
que sus padres se mudaran a Inglaterra.
Ni un beso me dio la que va a continuación,
sólo miradas, roces, lápices de repuesto.
El primer pecado lo dejaba a la imaginación
y yo encerrado en el baño hacia el resto.
Más tarde me enamoró una damascena,
tres cursos por delante del mío.
La impericia, el probador y su melena
inventaron un invierno sin frío.
Valquiria, fuego, gata siempre en celo,
arrabalera, cajera de supermercado.
Choni, de verdadero nombre Consuelo,
me dejó para irse con un abogado.
Marquesas, brujas, belladonas,
Cleopatras, lesbianas, tunantas,
saltarinas, peligrosas, marimandonas.
A lo mejor exagero y no fueron tantas.
Marcos H. Herrero.
Precioso, Marcos.
ResponderEliminarA lo mejor fueron más;)
Otro fuerte abrazo.
Me ha parecido ¡GENIAL!, Marcos. Un saludo
ResponderEliminar