Relámpagos de cafetería.


Por mi afán de contrariar a las diosas, a menudo tomo té en una cafetería de cristaleras enormes. Me siento y observo, lento, el trajín de gentes, de coches, nubes que asfixian lo poco que queda de esta pequeña ciudad. A veces escribo, como ahora, en un cuaderno. Ya ven, por la tarde mi letra es ordenada, por la noche prefiero servilletas, con o sin carmín, ya que las personas cambiamos a medida que cae la arena de los relojes, no somos los mismos en la luz que protegidos por una insondable oscuridad. 
Una pareja discute dos taburetes a la derecha, al parecer él se conectó a una hora sospechosa para ella, pasa el tiempo, no hay besos, exigen contraseñas invisibles, no hay abrazos, quieren que el contrario borre contactos antiguos, amigos en redes sociales. Serán celos interconectados, qué difícil debe ser amante estos días con estupideces conectadas a wifi. Y no hay caricias. 
Ahora pasan por la calle tres muchachos agarrados, cómo no, a sus respectivos móviles, parecen divertidos, ríen pero no se miran a los ojos, me pregunto si estarán hablando entre ellos o quedando con tres chicas que ruan agarradas a sus móviles cuatro esquinas más allá, si no es así pierden batería y tiempo. Se alejan, yo espero que encuentren a esas tres zagalas, que desenchufen, que no haya cobertura, que se miren a los ojos. 



Suelo utilizar poco la tele, si la enciendo es para ver alguna serie o película previamente descargadas, llámenme pirata, lo soy, pero no por descargar películas. Un par de noches atrás encendí el televisor y fui a la cocina, cuando regresé al salón la tele se había puesto de pie y me apuntaba con una pistola, la desenfundó de uno de esos programas nocturnos en donde los personajes tienen el coeficiente intelectual por debajo de la media y discuten y gritan y se hinchan, probablemente sobre vidas ajenas y privadas, o sobre temas que ni a ellos ni a nosotros nos importan, pero que son tan adictivos como inútiles. 

Siéntate y mírame a los ojos -me ordenó cabreado el televisor- Ni se te ocurra pensar, un movimiento de neuronas en falso y aprieto el gatillo. 

Yo sólo quería ver el último episodio de mi serie favorita -repliqué- trata de dos detectives, ¿te acuerdas? La vimos juntos la semana pasada, interpretaciones enormes, diálogos desbordantes, plano secuencia... Hace pensar y estoy aprendiendo mucho. 

¿Qué te he dicho mocoso? Nada de pensar, si sigues así ¿Qué será lo próximo? Leer, escribir, aprender, acabarías haciendo un puzzle y relacionándote con las personas a tu alrededor, imagínate, conversaciones sobre poesía y música ¡qué horror! No lo puedo permitir. 

El tiempo pasaba, en la radiante cabeza de mi secuestrador se agolpaban las personas y los gritos, la desmesura y los anuncios de bellezas subjetivas, la pereza y el ya pensarás mañana. Así que ahí estaba yo, con pijama, en el punto de mira de un televisor desfondado, mirando de soslayo el botón rojo del mando a distancia que descansaba sobre la mesa. 

Ni se te ocurra - dijo en voz baja mi enemigo mientras acercaba su pistola a mi inocente sien- soy capaz de ponerte a ver un programa en donde jóvenes busquen fama a cualquier precio, así te deprimirás viendo las inmundicias de los de tu raza. 

¿Y no podría conectarse a un documental decente, señor televisor? -el cañón apretaba mi cabeza, ya tenía una herida de la que caía gota a gota un hilo de neuronas-  

JAMÁS. 

Aproveché su énfasis para acercarme al ansiado mando a distancia. 

¿Con que esas tenemos eh? Te vas a enterar. 

Y en ese justo momento su cara cuadrada cambió a un informativo. Manifestaciones apagadas a golpe de chorro de agua, inmigrantes saltando una imposible frontera, dicotomías lejanas, aviones que desaparecen, independencias, tanques de aviso, políticos absurdos, horror, tensión, prebendas. 

BASTA. 

Alargué mi brazo con pelos de punta, fui más rápido que él. Hundí el botón rojo antes siquiera que llegarán los deportes y mi televisor volvió a su sitio, negro, desarmado, como un mueble más en una casa donde sólo se oye el pausado transcurrir de la noche. Con un charco de neuronas en el suelo saqué un pequeño salvavidas de la estantería, atemorizado caí en un rincón del salón.  Poco a poco mis nervios se fueron distendiendo y arrullado por la paciencia balsámica del libro pude conciliar un sueño pacífico. 



Al día siguiente no hubo calma en mi salón, miraba de reojo el televisor, estaba incómodo, tenía miedo de enchufarlo y que volviera a matarme las pocas neuronas que me quedan. Así que me largué al cine más cercano. Ya les dije lo mucho de pirata que tengo. Protegido por una fina chupa de cuero, ahora vivimos ese tiempo moderado en el que aún guardan nieve las montañas, llegué a la sala para encontrarme con dos joyas huesudas y hambrientas. Dallas Buyers Club. Un Don Quijote sidoso, homófobo, decrépito, adorable, despreciable, y Sancho, travesti, preciosa, yonqui, con una isla barataria llena de maricones ochenteros y desinformados, los dos, luchando contra gigantes farmacéuticos. No dejen que se escape. 



¡Cuánto hace que mi té se acabó! Hoy sí me he pasado contándoles, estamos en las últimas hojas del cuaderno, se hizo de noche y no nos hemos dado cuenta. Ya otro día quedamos, aquí en la misma cafetería, me gusta ver el tránsito maniqueo de la gente. Traeré más papel y si mis neuronas se recomponen quizás escriba algún verso. 



     Marcos H. Herrero. 



Comentarios

  1. ¡Cuántas reflexiones sensatas! No te has pasado contando, al contrario se me ha hecho muy muy corto, Marcos. No dejes de acudir a esa cafetería, porque me ha encantado lo que ha salido de ese cuaderno. Extraordinario todo, como los versos tuyos. Por aquí decimos "a ti te cabe tó" y es verdad, porque eres muy inteligente y culto.
    Ah, y el último episodio de True Detective, magistral. Un gran serie.
    Un fuerte abrazo, Marcos, y buen fin de semana.

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    1. La verdad que me hacían falta unos relatos así. Gracias por compartir mi té, seguiré escribiendo relámpagos inconscientes que entretengan y hagan pensar. Y la serie ha sido la revelación de la temporada, ¡brutal! Un abrazo muy fuerte Karima.

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  2. hola Marcos, seguí tu recomendación y me fui al cine a ver la película... y me encantó. Tienes razón, es el Quijote y su escudero. Me maravillo la fuerza de los personajes, las enormes ganas de vivir y de luchar. Ojala todos tuviéramos algo de eso. Me ha encantado tu relato, tu redacción como siempre maravillosa y tu sensibilidad es sobrecogedora. No es fácil encontrar algo tan bien escrito, que te lleve a los lugares que describes. Espero que no dejes de hacerlo. Un beso

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  3. Me ha gustado este relato, con derroche de imaginación

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