Semana de tragos y desmanes.





El lunes bebí una cerveza, quizá fueron dos,
afilé mis cuchillos, tropecé en mentiras rotas,
no pedí perdón por el fallo de amaros a vos
aunque me cambiaras por todos esos idiotas.

El martes libé una cerveza, no tomé más de tres,
los cristales vibraron con música de Palosanto.
Tras este trasiego veleidoso no creas lo que ves
porque la vida se puede tornar color del espanto.

El miércoles otra cerveza, quizá fueron cuatro,
recordé con la roja y violenta Sólo dios perdona.
Negras marionetas se burlan desde el anfiteatro
del absurdo vodevil que busca la más buscona.

El jueves te olvidé al pedir la quinta cerveza,
encendí la luz para iluminar mi oscuro pasado.
Cuando los periódicos no traen más que tristeza
lo más atroz es que miremos hacia otro lado.

El viernes amaneció con tragos y alegres brebajes,
desempolvé mis amados libros de las estanterías,
libros con los que viajé sin necesidad de equipajes
a épocas donde el tabaco se vendía en droguerías.

El sábado melancolía regada con siete chelas,
escribí algunos versos, recité cerca de tu cuello.
Es imposible seducir a peligrosas damiselas
enviando estos trasnochados versos sin sello.

El domingo tal vez no apuré cerveza alguna,
los desmanes se despachan, mi memoria falla,
incestuosos caprichos de la diosa fortuna
o de tu mano que vale más por lo que calla.


   Marcos H. Herrero

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