MORTAL SIN EXPLICACIÓN.

  


Para aquella que está empezando a comprender
que los sueños casi nunca se cumplen.


Es difícil ser el mismo todos los días.

Elegir el camino menos empedrado,
darle los buenos días al vecino,
pagar facturas, tributos, devengos,
sonreír a las decisiones estúpidas,
volver del trabajo con buena cara.

Es difícil sostener la vida algunos días.

Cambiar sueños por un sueldo a primeros de mes
no es lo que pactamos aquella tarde
en la que te encontré tumbada en el parque.

Quería que todas las noches me pertenecieran,
arrojar al viento con ademanes impúdicos
palabras inútiles, también llamadas poesía.
Armado con delgadez y revolución
haría de mi último día en la tierra
lujuria y fuego del infierno que me esperaba.

No le temía a nada, a nadie, excepto a ti.

Por eso pronto empecé a decir sí,
asentía frente a obligaciones del común,
un amargor se instaló en mi paladar,
y de repente un extraño me ordenaba,
el tiempo era un mar inasible y lejano,
los deseos espuma de cerveza sin alcohol,
la rutina impuso su cárcel muy temprano
y el oro comenzó a gobernar mis decisiones.

Me volví mortal sin explicación.

Y ahora, envueltos en papeles y burocracia,
entendemos que París queda más lejos cada día.

Y ahora que caemos nos damos cuenta
de que no tenemos alas.

     Marcos H. Herrero.

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