Tarde de octubre.
Sinceramente no creo que ninguna de mis entradas sea merecedora de ser pasada a papel, excepto esta. No por buena, las hay mejores, (véase: Destino equivocado o Si tú no fueras tan yo ) sino por el esfuerzo. Nada que haya escrito, desde el día en que el profesor de matemáticas me pilló en clase escribiendo una historia sobre orcos y elfos, me ha costado tanto. Recordar un pasado desastrado duele, escribirlo duele más. Porque las heridas no se cicatrizan en una máquina de escribir, como piensan algunos escritores. La letra es mercromina, mas no cicatriza. Cinco años ha de tu rendición y por aquí todo sigue siendo un desastre. Empezando por mí, cada día me cuesta más sonreír. Ya, ya lo sé, pero me haces mucha falta y octubre guarda dolor marcado en rojo en el calendario. A veces me pregunto por qué te fuiste, de repente, sin querer irte, si yo necesito tu abrazo tanto, tanto. Me pregunto qué pensarás de mí ahora, después de estos años y de aquellas caídas en