La última del año.
Tiempo atrás, cuando la nieve era más persistente que ahora y yo tenía algo parecido a una familia, ya odiaba la Navidad. Recuerdo que lo que más me gustaba era ¡Qué bello es vivir!, película de Frank Capra. La ponían todas las Nochebuenas, y mientras la gente comía en abundancia, yo me sentaba frente al televisor (un televisor voluminoso, sin mando a distancia y que se veía fatal, pero qué importaba, si la mejor película del año era en blanco y negro.) para ver a un James Stewart derrotado y abatido, y a su Ángel mostrándole los motivos por los que no se debería suicidar. "Ya ves George, tuviste una vida maravillosa". Por aquél entonces me di cuenta, la Navidad no es para los que comen y beben hasta el empacho, sino para los abatidos y derrotados, como George. Esos que no tienen regalos, ni árbol, ni ornamento. Los que se quieren suicidar en busca de algo mejor. Las putas que cobran para comer, las que lo hacen gratis no. Tampoco para los que prenden petardos,